jueves, 19 de enero de 2012

Capítulo 6: Un par de jades

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Capítulo 6
Un par de Jades
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— No quiero ponerme a pensar que todo fue inútil — hablaba una desganada chica de cabellos rosados.

            Danielle, la cual se encontraba sentada bastante inclinada hacia delante en los primeros escalones del edificio residencial del cual había adquirido un lujoso edificio, suspiró desganada. Sus manos se mantenían en sus mejillas sonrosadas por el frío que viajaba por el ambiente y sus ojos estaban tan cristalizados que realmente sabía que en cualquier momento iba a ponerse a llorar… ¿Cómo había pasado todo eso? No había encontrado a su hermana ni algún indicio que dijera dónde estaba. Todo era tan injusto…

— Calma. — Dijo el chico que se encontraba de pie frente al portón con los labios arrugados y el ceño bastante fruncido. Ya no valía fingir que todo el asunto le importaba tres rábanos porque realmente se estaba empezando a preocupar, Alejandro al parecer se había tomado todo el asunto bastante en serio con eso de escaparse sin dejar rastro o pistas. Quiso maldecirse por ser tan como era, a veces quería gritar como en ese momento, pero simplemente el rugido de preocupación no salía de su garganta, era bastante evidente que estaba atorado —, estoy seguro de que no han de estar muy lejos de aquí… Son menores de edad y no tienen dinero. — Simplemente aseguró colocando sus manos dentro del bolsillo de su saco. Hacía un frío tremendo.

            La angustiada pecosa de cabellera exótica rodeó sus piernas con sus brazos y ubicó su rostro en el espacio restante entre sus extremidades y su tronco para evitar que Alex notara que estaba empezando a llorar. No sería mucho problema, pues ella acostumbraba a llorar en silencio.

            Desde pequeña.

            Su infancia no había sido una de las maravillas mundiales, por supuesto que no. Ella aunque recordaba muy remotamente las veces que su madre la dejaba en casa de su abuela, -la madre de Daniela- recordaba todas las lágrimas que había derramado por ser incapaz de acordarse siquiera del rostro de su padre o ganarse alguna felicitación por parte de su madre.

“¡Se una niña fuerte, Danielle!” Solía decirle su abuela materna cada vez que la encontraba llorando en el rincón del baño más alejado de la mansión y luego salía dando un sonoro portazo haciendo que la pequeña pelirroja se levantara del suelo de un tirón y se limpiara las saladas lágrimas con el dorso de sus pequeñas y blancas manos.

Salía como si nada hubiese pasado.
   
Aunque por dentro estaba desesperada por hacer un berrinche en busca de la atención que jamás había tenido.

Y tal vez, nunca obtendría.

Alex, el cual se encontraba mirando la calle desierta a través de los cristales de la puerta principal recostado muy cómodamente de la pared, se giró hacia la escalera y notó que la joven de ojos verdes tenía la cabeza incrustada entre sus piernas y su talle, a la vez que hipaba casi imperceptiblemente, aunque él sí que escuchaba  claramente sus quejidos gracias a la tranquilidad y silencio que le proporcionaban las paredes de aquel majestuoso y lujoso edificio.

¡Joder! ¡Como odiaba que una mujer llorara! Seguramente eso mismo había pensado cuando la vio llorar en la escalera antes de salir en busca de sus hermanos.

Aunque la Montenegro no era santa de su devoción, seguía siendo una mujer. Una frágil y bastante llorona mujer. Era por eso que aunque ella fuese la persona que menos soportaría en el planeta, no podía evitar ese instinto protector que le nacía del fondo del alma cuando veía a una fémina llorando… ¿Por qué se le habría desarrollado ese reflejo? Era muy extraño, ya que no es que tuviera muchas hermanas y su madre definitivamente no necesitaba de su ayuda para consolarse, siempre se encontraba más que feliz de la vida.

Tensó los hombros y apretó la mandíbula, tal vez para prepararse para un certero golpe por parte de su escandalosa vecina por lo que estaba a punto de hacer, pero por lo menos eso sería mucho mejor que verla cabizbaja y escucharla hipando a causa de el escape de esos dos críos que le estaban colocando el mundo patas arriba como las cucarachas. Se acercó hacia la mujer de exóticos mechones rosados y ojos verdes muy claros e hizo lo primero que se le ocurrió: colocarle una mano sobre la coronilla.

La pecosa dejó de hipar inmediatamente y levantó la cabeza como si fuese un títere a punto de dar función. Alex se sobresaltó ante aquel repentino movimiento, pero luego de observar el semblante perplejo y los ojos inocentes casi infantiles de su tormento diario, optó por acariciar sin prisas aquel extraño cabello lacio que ya le causaba más que una curiosidad pasajera ¿Habría ella misma decidido teñírselo?

            ¡Diablos! ¿¡Qué hacía preguntándose esas cosas!?

            Apartó la mano de aquella cabeza rosada y observó a la dueña de ojos verdes con una pregunta evidente sin una posible futura respuesta. Danielle observó aquellos posos oscuros de su escoria de turno y no supo descifrar lo que aquella mirada querría transmitirle, esos ojos inexpresivos e irremediablemente fríos eran un total acertijo para ella, aunque no por eso, evitó que una sincera sonrisa surcara sus labios rosados en una clara muestra de agradecimiento, sin embargo, no pudo evitar disfrazar esa sonrisa luego de unos escasos segundos. Definitivamente todo empezaba a olerle mal. Y no precisamente porque no se había bañado.

            El moreno observó la sutil mueca casi trivial tan característica de su vecina escandalosa, y pudo jurar haber visto algún vestigio de lo que había sido una sonrisa en agradecimiento antes de que la pecosa se empeñase en colocar aquella mueca insistente que no dejaba de hacer jamás. Bueno, estaba seguro de que por lo menos estaba satisfecha de que él le ayudase un poco con el problema, de todos modos ese asunto les competía a los dos.   
       
¿En dónde me has metido, Alejandro? — Se preguntó a sí mismo luego de dar un suspiro y sorprenderse del retorcijón de corazón que, la muy llorona de Danielle le causaba cada vez que la veía derramar lágrimas frente a él.

            Seguramente si su querido hermano menor lo viese en esos instantes estaría revolcándose en el piso de la pura risa. Sí, eso era bastante probable. Casi lo pudo oír reclamándole que se olvidara de Kate de una vez por todas e intentara rehacer su vida con otra persona que si valiera la pena y no lo dejara por lo que seguramente era un sueño pasajero como ella misma lo había dispuesto. Miró a la chica que seguía sentado en la escalera y casi le dio ganas de burlarse de sí mismo y de sus pensamientos.

            ¿Danielle la torpe, escandalosa y explosiva junto a él? ¡¡Eso tendría que ser una broma digna de una obra de comedia!!

            Rodó los ojos y se dio una sonrisa sarcástica. Que tuviese algo con aquella chiquilla era algo bastante imposible. A él no le gustaban las chicas de ese tipo. Si se ponía a comparar a Kate con su tormentosa contigua, obviamente aquella batalla la ganaría su ex novia sin importar lo mala y dejada que hubiese sido esta.

            A él le gustaba las chicas serias, elegantes y calladas; no las chicas explosivas, entrometidas y ruidosas hasta decir basta. Tenía mucha fijación por las pelirrojas naturales, de mirada cautivadora y gestos exquisitos, todo lo contrario a Danielle, que podría dejar a medio vecindario sin vista con tan solo echar un atisbo a ese cabello rosa chicle, causar ternura en cualquiera al mirar sus infantiles ojos verdes o simplemente asustar a medio planeta con sus movimientos ocasionalmente torpes.

            No, definitivamente lo que estaba pensando era como una pesadilla.

            Es más… ¿Cómo le habrían llegado esas conclusiones a la cabeza? ¡¿Por qué estaba pensando esas cosas!?

            El fuerte sonido de una bocina bastante conocida lo sacó de sus pensamientos con un fuerte sobresalto. ¡Al demonio! Iba a matar a Idan por asustarlo de esa manera.

            Danielle que no había parado de mirar a un bastante raro Alex, también se sobresaltó por la repentina resonancia del claxon de un auto que no había visto por allí jamás, ¿serían viajeros perdidos? Era bastante raro divisar gente extraña en esa residencia tan encerrada.

            A través de la puerta de cristal que resguardaba el salón principal del  edificio, se podía notar como un castaño claro acompañado de un rubio bastante pálido, se bajaban de aquel auto plateado, caro y bastante llamativo estacionado correctamente frente a la acera de enfrente. La muchacha de mechones exóticos se extrañó en sobremanera, pues, Alex había lanzado un improperio que jamás había oído salir de esa boca.

            ¡Sí el no decía esas groserías! ¿El mundo se estaba volviendo loco como su confundida mente?

            Siguió con la mirada al chico moreno de traje mientras este salía, y, se dio cuenta de que él conocía a aquellos visitantes. ¿Serían también sus amigos? Le costaba creer que un hombre como él tuviera unos amigos con esas… pintas.

            ¿No era impensable? ¡Ella nada más decía! El castaño de cabello levemente largo llevaba unos ropajes deportivos con colores bastante llamativos y un estilo de pelo bastante despeinado para su gusto. Por su parte, el rubio tenía un enorme tatuaje de dragón que le cubría todo el brazo derecho desde el hombro hasta la muñeca, todo eso podía verlo gracias a que poseía una camiseta blanca sin ningún tipo de manga.  ¡Sacrilegio! ¿Qué era lo que estaba viendo? Definitivamente, los exóticos amigos de Alex eran todo lo contrario a la fina y elegante personalidad que poseía el moreno… ¿Quién se lo hubiera imaginado? ¡Porque ella ni en un millón de años!     

            Observó horrorizada como esos tipos se acercaban a la entrada principal siendo precedidos por el ahora “Apocalíptico Alex” –apodo recientemente inventado por Danielle a causa de aquellas compañías, sobre todo del chico con el tatuaje-, y no pudo hacer más que levantarse de las escaleras como si fuese una digna hija de “Rayo veloz”. ¿Qué le hacía pensar a esa escoria que podía dejar entrar al edificio a gente de dudosa procedencia? ¡Por su madre!
              
            Los chicos al fin entraron, y la pecosa de cabello rosa observó la escena como si fuese una catástrofe a nivel mundial -entiéndase por la cara horrorizada-.

            Alex la miró de una manera muy rara, Omar la observó embelesado y solo bastó un microsegundo para que Idan, alias el albino, soltara una de sus barbaridades:  

— ¿Es tu nueva novia? — Mencionó señalándola con ese tono pícaro que lo caracterizaba de aquí a Pekín.

            Danielle no pudo evitar volver a sonrojarse, mientras hacía aquel mohín con los labios por pura costumbre. Por su parte, el moreno de coleta un pudo evitar chocar la palma de su mano con su propia frente esta vez. ¿Por qué todos sus amigos tenían que creer, preguntar o pensar que ella era su novia? ¿No podían ser más discretos? ¡Por el amor a dios! ¿Realmente la veían como su novia? ¿Es que no se acordaban de Kate o qué?

            ¡Joder! Kate se metía en su mente en los momentos menos oportunos…

            ¿Qué tan posible sería olvidarla?

— ¡Idan! ¿Viste su cabello y sus ojos? ¡Eh! — Interrogó un Omar maravillado ante tan muchacha exótica, la cual, estaba bastante sonrojada por la repentina cercanía de aquel castaño de penetrantes ojos azulinos.

            ¿¡Quién le había dado permiso de invadir su espacio personal!? ¡Ah, eso era el colmo!

            Y, como si el destino quisiera ponerse en contra de las súplicas de la joven, el chico de cabello casi blanco y ojos grises como la plata, se acercó y la inspeccionó de arriba abajo.   

— ¡Vaya! Sus ojos parecen un par de jades. — Contempló con asombro aquellos ojos verdes muy claros e inocentes, cuya mirada se veía interrumpida por los constantes pestañeos de incredulidad de la dueña de aquellos ojos.

— ¡Y el cabello lo tiene rosado! ¡Siempre quise una novia con ese color de cabello! ¿Quieres ser mi novia? — Atosigó Omar, que con su sonrisa tan brillante, casi dejó sin vista a la pequeña Danielle.

            Y definitivamente, se sentía sumamente pequeña ante la mirada maravillada de aquel castaño, la sonrisa seductora del rubio platinado y la expresión sombría casi espeluznada del moreno. Y ante todas esas miradas y expresiones: Danielle Montenegro, se desmayó.

¡Cielos! Tengo que encontrar a Julieta para que me saque de este terrible momento. — Fue lo último  que se paseó por la mente de una chica recientemente inconsciente, siendo sostenida por los dos nuevos individuos, poseedores de unas expresiones asustadas.

Capítulo 5: Salado

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Capítulo 5
 Salado
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            Y todavía no entendía como había llegado a aquella situación. Todo era tan problemático que casi había querido lanzarse por un acantilado en cuanto los dos amigos de la escoria se habían marchado hacia un punto desconocido del centro que ahora no estaba tan abarrotado de gente. Había pasado exactamente media hora desde que Danielle y Alex estaban sentados en la misma fría banca sin mirarse ni dirigirse la palabra, la tensión no dejaba hablar a ninguno de los dos… ¿Cómo ocultar su sonrojo ante los ojos inquisitivos de aquel ser que realmente le caía malísimo? No le había gustado nada que su recién conocida y amable amiga Karina hubiera creído que ella era la gran y oculta enamorada del moreno porque ciertamente no lo eran, es más, eran todo lo contrario, polos opuestos. Decían por ahí que los polos opuestos se atraían, pero definitivamente esa teoría no se aplicaba para ellos, eran tan distantes y malhumorados que no soportaban estar hablando por más de cinco minutos seguidos porque acababan hasta lanzándose improperios.

            ¡Ah! La buen aventurada pero rebelde Julieta la había puesto en una situación sumamente difícil de explicar y soportar… Tener que pasar casi todo el santo día al lado de del chico aborrecido no se lo deseaba ni a su peor enemiga por más daño que le hubiese hecho. Giró un poco la cabeza y observó rápidamente como Alex tenía las piernas abiertas y se encorvaba un poco ya que apoyaba muy cómodamente uno de sus codos en la rodilla mientras su mano cerrada en un puño sostenía su barbilla a la vez que su otra extremidad se cerraba fuertemente en torno a su articulación. Definitivamente estaba algo molesto y cansado a juzgar por la presión que su mano ejercía sobre su rodilla, a lo mejor también estaba pasando un mal momento gracias a su descarriado hermano.

            ¿Y quién no? ¡Que se los lleve un tren a todos los que están en contra!

— ¿Alex? — Escuchó decir a una melodiosa voz que jamás había oído en su vida. Genial, lo menos que le hacía falta es que viniese una fan del chico y la quisiese matar por estar sentada en el mismo banco que él ocupaba.

            Levantó un poco la cara y observó a la chica que había hablado. La perfección física que aquella joven morena desprendía casi le eclipsó los ojos e irremediablemente tuvo el deseo de restregárselos… ¿Había sido un ángel a caso? Ella se sentía tan insignificante ante tanta belleza que casi le daban ganas de llorar de pura pena.

            A simple vista la chica tenía un cutis perfecto. Rasgos finos y armoniosos, labios rojos y delgados, nariz perfilada y respingada sin ninguna peca que la cubriera, cuerpo de diosa completamente a juego con sus ojos color ámbar y sus hebras tan negras como la noche sin estrellas; era mucho más alta que ella, o tal vez ese era el efecto causado por los tacones a la vista que casi le daban vértigo con tan sólo pensar en ponérselos siquiera.

            No. Definitivamente aquella chica no iba a matarla por estar al lado de aquel moreno que se creía la perfección personificada, pues, ellos combinaban perfectamente. Sintió una opresión tan grande en el pecho que creyó que sufriría un infarto a pesar de ser tan joven. Aquella opresión no era causada por que aquella chica complementaba a Alex como a nadie; aquellos sentimientos de encierro y unas terribles ganas de llorar eran causados porque sabía que ella no podría llegar a ser tan hermosa como esa chica que parecía modelo de revista.

            ¡Oh claro que no! Y era precisamente por eso que ella no tenía pretendientes. O por lo menos eso creía. Ella no era llamativa, no tenía tanta altura y definitivamente no tenía un cuerpo de infarto como la mujer que aún veía de reojo. Lo único de ella que podría llegar a llamar la atención era ese cabello rosa chicle del que no se sentía tan orgullosa pero ¡Oh! Como le gustaba tener ese color de tinte, como ya había pensado antes, la hacía sentir diferente a todas esas insípidas plásticas que veía en todos lados.

— Oh, Naomi. — Agudizó sus sentidos al notar que el pelinegro se había levantado de su asiento y cambiado su tono de voz irritante por una completamente amable y acogedora.

            ¿Ese era el milagro causado por las caras bonitas? ¡Debía ser! Porque hace unos segundos Alex tenía un aura asesina y sangrienta encima. ¡Oh! Como deseaba ser una cara bonita a veces… pero no, definitivamente era mejor así. No era que no se sintiese agraciada, sino que para sí misma era sólo una bonita del montón, porque era linda, muchas veces se lo habían dicho y no le cabía duda de ello.

— ¿Qué tal has estado? Mucho tiempo sin verte — dijo la morena con su voz alegre mientras abrazaba al de ojos oscuros bajo la atenta mirada mal disimulada e impresionada de Danielle, aunque realmente ninguno de los dos notó aquello. Su presencia era como un cero a la izquierda y eso ciertamente a ella no le importaba, pues mientras menos la percibieran mucho mejor iba el asunto.

— He estado muy bien… ¿Qué tal tú? — Siguieron preguntándose sin percibir la presencia de la chica de hebras rosadas, lo cual la afectó sólo un poco… ¿Era tan insignificante como la nada o qué? ¡Por dios! ¿Cómo no iban a darse cuenta de su figura? ¿A caso era una estampita pintada en la pared?

            ¡Oh si! Eres una estampita pegada a la pared. Una estampita sin importancia.

            Los ojos verdes bastante claros de la chica veían sin ver realmente e intercambio de miradas y palabras de los dos morenos. Al parecer hablaban de algo importante, aunque eso no era asunto suyo y le importaba muy poco lo que la escoria tuviera que hablar con la top model de turno que tenía ante sus ojos. Los asuntos de los demás jamás le habían importado, al menos que tuvieran que ver con ella.

            Y los asuntos de los demás jamás tuvieron que ver con ella ¡Joder!

— ¿Y Alejandro? Lo he extrañado bastante, me hacía reír mucho cuando éramos pareja — Se lamentó la chica con melancolía mientras Danielle intentaba no ahogarse con su propia saliva ante tal afirmación.

            ¿¡Esa tal Naomi que parecía de la edad de Alex había sido novia de Alejandro!?

            ¡Sorpresas que da la vida querida!

            Aunque no estaba viendo al alto moreno de frente pudo percibir su incomodidad de responder tal pregunta. No era para menos, ¿cómo decirle que el niñato se había escapado con una jovenzuela de su edad? La raya más grande del universo, para él claro, pues seguramente todos creían que tenía todo fríamente calculado y controlado.

— Está muy bien, le diré que preguntaste por él — mencionó él con su tono expresamente frío que inspiraba un poco de desconfianza, aunque seguramente ella no lo notara, pues al parecer se llevaban bastante bien.

— Oh si, te lo agradecería mucho — Agradeció antes de que su teléfono sonara y ella pidiese disculpas para contestarlo lejos de ellos. Alex le dio un gesto para restarle importancia al asunto y ella le sonrió antes de alejarse para atender a la llamada colocándose de espaldas a ellos.

            Seguramente la llamada era bastante importante. Era probable si parecía miss.

— Ni hables — le advirtió el moreno entre dientes sin siquiera voltear a mirarla.

            Ok, eso era demasiado para ella… ¿¡Era una cucaracha a caso!?

— ¡Ja! — Fue lo único que exclamó antes de voltearse completamente a otro lado totalmente malhumorada. Ella no comía por él, gracias a dios.

            ¿¡Cómo le decía una cosa así!? Quería ahorcarlo y lanzarlo por las alcantarillas para que las cloacas se lo llevaran lejos de la ciudad y no tener que verlo nunca más en su vida. Eso sí, antes que le devolviera a su hermana y después podría hacer todo lo que quisiera con su vida. Sí, eso.

            ¡Estaba salado, muy salado!

            A causa de su posición, la pecosa no pudo ver el nuevo acercamiento de la muchacha hacia ellos, y mucho menos quería volver a verla, sentía que a causa de ella estaba perdiendo un tiempo valioso que podía servir para encontrar a su hermana y llevarla hasta el departamento tomada de los cabellos si era preciso. Pero no. Al parecer Alex se preocupaba más por ser amable hipócritamente con aquella mujer de facciones finas y curvas definidas.

            Decía que hipócritamente porque conocía bastante bien a aquella escoria y podía decir fácilmente que él no era amable ni con su hermano.
           
              ¡Oh claro que sí!  

— Perdona que te deje de esta manera.

            ¡Bingo! Ya se va.

— Pero me han llamado de la agencia y necesitan urgentemente mi presencia para la sesión de fotos. — Se lamentó la chica con voz dramática mientras colocaba una de sus manos en su cara y luego se acomodaba el cabello.

— No te preocupes, siempre has estado ocupada con la agencia de modelos — mencionó el galeno con un tono de lo más normal para restarle importancia a la situación.

Así que sí es modelo… Hm. — Pensó Danielle aún de espaldas hacia los dos morenos. No quería empezar de nuevo a compararse con aquella chica que le ponía los pelos de punta y casi la colocaba al borde del colapso porque no se iba y no podían seguir con la búsqueda.

            ¡Ah joder!

— Bueno, un gusto verte de nuevo. — Sonrió mientras le daba un cálido abrazo a Alex que por suerte la joven de hebras exóticas no pudo presenciar —. Mira, aquí tienes una tarjeta. Mi número de teléfono y de la agencia están allí — dijo amablemente luego de entregarle una pequeña tarjeta plateada al hombre, el cual la recibió con gusto —. ¡Adiós! — Se despidió al fin a la vez que se alejaba rápidamente meneando las caderas haciendo que los hombres voltearan a mirarla y las mujeres se pusieran un tanto celosas por tanta belleza.

            Bueno, no todas.

            ¡Claro que no!

            Si Danielle  pudiese echar humo por las orejas y fuego por la boca seguramente ya lo estaría haciendo con todo el gusto del mundo. ¡Solamente habían perdido el tiempo! ¿Es que realmente él no sentía nada de preocupación por la desaparición de su hermano?

            ¡Maldición!

            Se giró con su mueca característica en los labios y miró al pelinegro con ojos tan calcinantes como lavas ardientes. Sus ojos verdes lanzaban destellos de fuego imaginario.

            Alex la miró un poco sorprendido por tal observación… ¿Qué le pasaba? ¿Se había vuelto loca? Primero estaba ruborizada por algo que él ni siquiera se había tomado muy en serio pero ahora parecía tan molesta que tenía aquel semblante que siempre le veía cuando peleaban a altas horas de la noche.

            ¿¡Quién carajos entendía a Danielle Montenegro!? ¡Demonios! Porque él definitivamente no entendía su carácter.

            Le daría un premio al hombre que lograra entender ese comportamiento bipolar.

— ¿Se puede saber qué te pasa? — Preguntó con tono arisco.

            Tic.Tac.Tic.Tac

— Nada. — Respondió la joven mientras se levantaba hecha una furia y se ponía a caminar a pasos de gigantes en dirección contraria a la que se encontraba un contrariado pelinegro.

            Sí, definitivamente le daría un premio al que lograra entenderla.

            Salió casi corriendo tras ella al notar que no había reaccionado del todo.

— ¿Qué diablos sucede ahora? — Interrogó él de mala gana cuando llegó a su altura y se colocó frente a ella para impedir que siguiera caminando. Su vecina era extraña, estaba comenzando a pensar que estaba loca y necesitaba un psiquiatra.

            Danielle alzó tanto la cabeza que por un momento deseó tener unos tacones de diez centímetros para no tener la sensación de que su cuello se estaba estirando demasiado. Ella era sólo de un metro cincuenta y nueve… Bueno, ella estaba por debajo del promedio realmente, Julieta era hasta más alta que ella pero igualmente ¡Él era como de dos metros! Parecía una torre teniéndolo así de cerca.

            Demasiado cerca. A centímetros.

            Se sonrojó un poco sin motivo aparente y anheló el momento en el cual se mantenía sentada en el banco de espaldas a él, el momento en que no lo tenía tan de cerca y ni siquiera podía verle el rostro. Bajó la cabeza en busca de aire y sereno para luego dar un paso atrás en son de derrota. No quería pelear de nuevo. Julieta tal vez podría estar escondida por ahí esperando la primera de huir de nuevo si los veía peleándose.

            No podía darse ese lujo de perderla de nuevo. La quería demasiado y su madre seguramente la mataría o la mandaría de viaje a una isla caníbal sin resguardo.

            Sí, muy cruel.

— No pasa nada, en serio. Solamente olvídalo, me he puesto un poco molesta porque andas perdiendo el tiempo con jóvenes modelos de revista y eso me pone en una situación colérica ¿Me entiendes? Quiero encontrar a Julieta ahora mismo y llevarla al apartamento, si es necesario devolverla con mamá. — Danielle había soltado las palabras tan rápido que Alex se quedó estupefacto por unos segundos, aunque nos se notó nada gracias a su apariencia siempre automáticamente fría que sabía perfectamente como disimular sus fallos.

            La joven pecosa quiso taparse la boca ya que pensó que había soltado demasiadas palabras en sólo un segundo, pero ¿Cómo no hacerlo si casi se estaba muriendo? Ahora seguramente él la pagaría con ella por interrumpir la bonita burbuja que había tenido con la hermosa top model de revista adinerada a causa de sus palabras de “perder el tiempo” y cosas por el estilo. Y, aunque esperó las palabras estas no llegaron, solamente se dio cuenta de que el moreno le había dado la espalda repentinamente para empezar a caminar.

— Odio admitir que esta vez tienes razón, sigamos la búsqueda — habló Alex en un tono no tan borde como solía hacerlo cuando se trataba de ella así que eso la extrañó… ¿Sería que su voz chillona no había hecho efecto esa vez? Tal vez…

            Casi se quiso dar un golpe en la cabeza cuando se dio cuenta de que ya el joven estaba a metros por delante de ella. Su pensamiento la estaba traicionando y haciéndole perder el tiempo.

            Después de tanto quejarse ahora ella era la que lo perdía. ¡Sí! Definitivamente el mundo no la entendía nada de nada.

            Empezó a caminar un poco más rápido para alcanzarlo a la distancia, sus piernas eran más cortas que las de él, así que definitivamente tendría casi que salir corriendo para alcanzar a ese “piernas largas”. Afirmativamente, ese sería su nuevo apodo.

— ¡Oye espérame! — Exigió la pecosa alzando su chillona voz al intentar correr hacia el chico.

            A pesar de que Alex ya estaba bastante lejos, la escandalosa voz de su vecina lo hizo rodar los ojos y masajearse las sienes en son de molestia. ¿Por qué tenía que ser tan alborotada? ¿No podía simplemente hablar normal como cualquier otra persona? Su voz lo exasperaba tanto que estaba a punto de dejarla atrás de la búsqueda definitivamente, aunque eso solamente avivara su odio hacia él y lo terminara cacheteando, cosa que a él no le convenía ni en un millón de años, y por supuesto, a ella mucho menos. Los dos necesitaban a sus hermanos menores cerca en esos momentos.

            ¡Ah Alejandro! Ese niño impredecible en algunas ocasiones… Su hermano era desvergonzado para algunos asuntos,  mal hablado cuando le daba la real gana, divertido, hiperactivo, fastidioso, astuto y pare de contar. Hubiera creído mil y un cosas sobre él, pero nunca se imaginó realmente que él se escaparía con una chica. Nunca se le pasó tal barbaridad por la cabeza.

            Una barbaridad que ahora estaba viviendo.

            Y por si eso no fuese poco, la chica en cuestión no era cualquiera. Oh no, claro que no. Era la linda hermana menor de la persona más temperamental, explosiva, escandalosa, fastidiosa, torpe y bipolar de todo el planeta. Sí, su vecina. El calvario en persona.

            ¡Ah! como odiaba oír esa voz tan chillona…

— ¿Qué no eras tú la que andaba apurada? — Cuestionó el chico con la voz más neutra que pudo haber colocado en cuanto a chica de hebras rosadas llegó a su lado.

            Danielle apoyó sus dos manos en las rodillas y no pudo hacer más que recuperar todo el aire que había perdido durante el maratón que había realizado.

— Sí, pero la próxima vez tendrás que amarrar esas extremidades para que no lastimen a alguien, piernas largas — reprochó con voz ahogada sin moverse de la posición que había tomado, por lo cual no pudo ver como el moreno apretaba la mandíbula y fulminaba a la calle con la mirada.

            Ok, él no había empezado con los insultos esa vez.

— A ver si haces más ejercicio e intentas crecer un poco más, enana — devolvió con veneno certero a la vez que comenzaba a caminar como si no hubiese dicho absolutamente nada, aún sabiendo que seguramente su vecina lo estaría viendo con una venita sobresaliendo de su frente. Le gustaba ver sus expresiones cuando estaba molesta, aunque claro, siempre había tenido que ser muy discreto para no echarse a reír de las muecas que hacía.

            Y bueno, Danielle Montenegro no estaba muy alejada de lo que Alex Sabaraín se había imaginado. Ahora en vez de estar cogiendo aire estaba con la boca levemente abierta y los ojos entrecerrados con una notoria mueca de molestia agregándole una venita sobresaliente de adorno.

            ¿¡Enana!? ¿¡Enana ella!?

— ¿¡Enana yo!? ¡Eres tú el que tiene complejo de poste! — Reclamó con indignación cuando llegó de nuevo al lado del joven que siguió caminando como si nada.

            La chica de ojos verdes lo observó colérica y de un momento a otro se cruzó de brazos y torció la boca como solía hacerlo cada vez que algo le fastidiaba, y él definitivamente la atormentaba.

            ¿¡Quién carajos lo aguantaba!? ¡Ah! Él era tan él que a veces provocaba ahorcarlo hasta que pidiese compasión. Volteó la cabeza con orgullo hacia su frente y estiró las piernas para adelantarse a él, aunque no pudo alejarse mucho pues el pelinegro la alcanzaba  fácilmente en un minuto. Aunque en una de esas veces en las cuales Danielle se adelantaba para no verle la cara y evitar que sus largas extremidades la alcanzaran, Alex sonrió.

            Sí, estaba sonriendo.

            ¡Fin de mundo!

            Y precisamente esperaba que ella se adelantara para ver como su exótico cabello se meneaba al compás de la suave brisa.

            Le estaba empezando a gustar aquel cabello tan extraño.