viernes, 28 de octubre de 2011

Capítulo 4: El que no estorba...

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Capítulo 4
El que no estorba…
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            Sobre uno de los tantos bancos grises que adornaban el limpio y abarrotado parque, se encontraban dos personas: una de ellas sumamente tensa a causa del control que estaba ejerciendo sobre su ira muy bien contenida y la otra con ganas de ahogarse en un vaso de agua, o en el mejor de los casos, que se la tragara la tierra.
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            Alex y Danielle no pensaron jamás verse en esa situación tan extraña.
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            La joven de hebras rosadas estaba bastante sonrojada, no precisamente de vergüenza por la cercanía que tenía con el moreno, sino más bien por los comentarios “melosos” que escuchaba salir de la boca de algunas personas mayores que se paseaban tranquilamente.
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            El pelinegro no estaba mejor. Es más, estaba peor.
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            El joven a estas alturas, ya apretaba fuertemente la mandíbula y se tronaba los dedos de las manos de vez en cuando para evitar dejar salir algún quejido a causa del moretón que tenía en la mejilla. La chica de ojos verdosos trataba de no lastimarlo mucho al pasar la crema fría por su herida, pero ciertamente, ella no era demasiado delicada. Era bastante brusca por precisamente tratarse de él.
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— ¡Oh mira! — Escuchó el de ojos negros chillar a una chiquilla de no más de trece años —, ¡es impresionantemente lindo! — Siguió meneándose de aquí para allá, aún cuando Alex tenía un molesto tic en la ceja derecha.
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            Eso era más de lo que él podía soportar. Mucho más. ¿Es que a caso nadie veía sus defectos? ¡Ah no! Por supuesto que no, observar sus fallas no estaba en los planes de toda mujer que lo veía, para ellas solamente era una cara bonita y un miembro andante que cualquier mujer querría tener en la cama. Sí, él estaba consciente de ello.
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— ¿Ella está haciendo el cosplay* de Sakura*? — Preguntó la amiga de la chica con los ojos un poco entrecerrados mientras veía directamente hacia Danielle. El moreno se extrañó.
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            ¿Quién carajos era Sakura? ¿Qué pepinos era cosplay? Si eso no lo conocía, entonces seguramente eran palabras utilizadas por las tribus urbanas que invadían el planeta, había tantas que todos se confundían, hasta él.
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— ¡Qué lindos! ¡Dos novios haciendo de Itachi* y Sakura! ¡Kawai*! — Se emocionaron las dos mientras daban saltitos de alegría exagerada.
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            El hombre contuvo el deseo de mirarlas como si fueran seres venidos de otro planeta desconocido, a cambio, vio de reojo como Danielle seguía masajeando de mala manera su herida. Si iba a seguir de esa manera, entonces lo iba a hacer el mismo sin importarle si Julieta o Alejandro estaban viendo la escena, total, sólo le había propuesto que “fingiera” estarle curando la herida del moretón con mucho amor; pero tenía la certeza de que ella no conocía mucho ese concepto, es más, estaba haciendo todo lo contrario, acción que demostraba lo torpe que podría llegar a ser en un futuro no muy lejano. Giró la cabeza de manera rápida hacia la chica pecosa y su coleta negra se agitó; sus recién adquiridas admiradoras lanzaron un chirrido demasiado grave para sus oídos ¡Por los santos! ¡Eso era contaminación sónica! Era mucho mejor que gritaran en silencio, claro, si es que eso se podía.
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            La de melena rosa por su parte, no sabía si también pegarle un puñetazo y machacarle la otra mejilla o simplemente seguir de brusca como en ese momento… ¡Que no se quejara! ¡Todo había sido su culpa! Si él no la hubiese llamado entonces ella no hubiera escuchado el insulto y él no estaría ahora sufriendo el dolor de su moretón ¡Porque ella sabía que Alex estaba sufriendo! Podría tener cara de amargado como si se hubiese chupado un limón pero realmente le dolía, estaba segura de eso. Se asustó en sobremanera cuando el giró la cabeza y la miró de tal forma que pensó que en verdad iba a matarla, y, aunque odiaba admitirlo, él le daba ahora mucho miedo cada vez que la observaba de esa manera; bajó un poco la mano en donde tenía untada la crema y lo miró con un poco de molestia mal fingida, Alex sabía perfectamente que le había agarrado cierto temor en ese momento, ella no sabía disimular mucho que digamos.
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— ¿Quiénes son Itachi y Sakura? — Le preguntó en un siseo que se asemejó mucho al de una serpiente a punto de acercarse a su presa.
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            Danielle contuvo la respiración por menos de dos segundos y siguió aparentando de mala manera que no le afectaba que él le hablara de esa manera… ¿Pero qué carajos? ¿Desde cuándo ella era tan miedosa?
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— En realidad, no tengo ni la más remota idea de lo que me hablas. — Aseguró con tal sinceridad que casi se le hizo extraña, aunque todo era cierto, en su vida había escuchado tales nombres, ni siquiera parecían ser del país.
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            Contempló con los ojos bien abiertos como el moreno fruncía levemente el ceño y entrecerraba los ojos… ¿Tendría alguna duda histórica? Lo había visto poner esa expresión, pero nunca sabía que era lo que significaba en realidad. Pegó un respingo cuando el malhumorado chico le arrebató con brusquedad el tubo de crema ¿¡Qué machacados tenía!?
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— Ni sé para qué te pregunto — argumentó con un tono bastante objetivo —, tú nunca sabes nada. — Concluyó mientras se untaba un poco más de crema sobre la mejilla sin percatarse del aura explosiva que desprendía del cuerpo de Danielle.
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            La joven no podía creerlo. Le había hasta gritado al tipo ese que le había dado el golpe, había aceptado de buena manera untarle crema en el moretón para que el plan de que Julieta la viera siendo amable con él se pusiera en marcha y hasta había evitado pegarle otro puñetazo porque él llevaba cara de cómo si se hubiese tragado una piedra ¿¡Y ahora le salía con esto!? ¿Ni un mísero “gracias” de los infiernos? ¡¡Ella era infantil pero él lo estaba siendo aún más!! ¿¡Cómo se atrevía!?
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            Alex se asombró un poco cuando la chica de ojos verdes se levantó de la nada y lo miró como si quisiese mandarlo fuera del planeta, pataleó un poco y lo señaló con rudeza.
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— ¡¡Tú!! — Gritó con ira en el momento en el cual algunas personas voltearon a mirarlos interesados en el tema. Esta gente chismosa. — ¿¡Te atreves a gritarme luego de que hice todo lo que hice!?— Le interrogó con fuerza mientras recalcaba la palabra.
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            El pelinegro la miró con una expresión aparentemente inmutable, aunque por dentro se sentía un poco infantil ¡Sólo un poco! Nada grave. Observó un poco más las facciones de su explosiva vecina e inconscientemente se masajeó las sienes mientras cerraba los ojos. Ella era tan patéticamente molesta como una mosca. Danielle al ver tal gesto, creyó que estaba a punto de expulsar lava por la boca y humo negro por las orejas ¿¡Cómo carajos se atrevía a masajearse las sienes tan descaradamente frente a ella!? ¿¡Se creía el tipo de hombre perfecto!? Pues ella lo iba a bajar de su nube en cuanto tuviera la más mínima oportunidad, él no podía ir por la vida creyéndose más que los demás cuando solo era una hormiguita del montón al igual que ella.
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— No grites — le dijo Alex con tono de orden manteniendo los ojos cerrados para no ver la expresión sumamente furiosa de la chica de cabellos exóticos —, recuerda que se supone que estamos aquí para buscar a nuestros hermanos y que ellos nos vean tratándonos bien. — Recalcó al abrir los ojos y girar levemente la cabeza hacia los lados y tratar de captar alguna mirada indiscreta, pero, no encontró nada. Suspiró para sus adentros.
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            Por su parte, la joven de ojos verdes y pecas castañas jadeaba sin disimulo a causa de  la tamaña indignación que sentía en ese preciso instante… ¿Se atrevía a decirle que no le gritara cuándo él mismo había empezado todo el asunto? ¿Y en verdad creía que ella se quedaría tranquila toda su vida si él la mandaba a que dejara de gritar? ¡Pues estaba muy equivocado y loco! Ella no era ni de lejos una de esas admiradoras secretas que se la pasaban babeando como reverendas estúpidas cada vez que él recogía su cabello o se lo soltaba, cuando fruncía levemente el ceño y se veía sumamente guapo o cuando se vestía formalmente y se veía realmente lindo… ¡Demonios! Pasar tanto tiempo al lado de él la estaba afectando, ella era demasiado débil frente a algo agraciado. Bueno, él podía ser muy bonito pero definitivamente todo eso solamente era por fuera, porque por dentro era tan irreparablemente espantoso que seguramente hasta su propia madre debía de tenerle grima… ¡Y pensar que había aceptado su mano en son de apoyo! ¡No, no y no! Ahora tendría que lavarse las manos con desinfectante, no fuera a ser que se le pegara la arrogancia que el desbordaba por cada uno de sus poros, eso era temiblemente desagradable.
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— Si no quieres que te grite entonces deja de mirarme con esa expresión. — Pidió con molestia mientras hacía su mueca predilecta con los labios y se volvía a sentar bajo la atenta mirada del moreno sobre ella —. No me culpes de todo lo que te pasa — exigió con voz ahogada a causa de contener su carácter todo el tiempo posible —, sí, sé que o haces porque te crees más que los demás. — Concluyó fulminándolo con la mirada al tiempo de que el joven de ojos negros la miraba con una expresión bastante neutra.
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            Seguramente ella únicamente se estaba guiando por las expresiones que él aparentemente colocaba y por su enemistad extrema. Estaba seguro de que ella jamás podría ver más allá de su cara bonita y sus cejas “perfectas”, nadie le entendía en realidad, él tenía pocos pero queridos amigos verdaderos mientras otros fingían querer conocerlo más. Todos eran hipócritas, sólo unos cuantos se salvaban y toda la vida parecía un teatro dispuesto a dar un gran premio al mejor actor o actriz. Ahora mismo Danielle fingía que lo entendía muy bien; él simple y llanamente quería que se callara para evitar otro escape de su hermano hacia un lugar aún más alejado si los veía en ese plan de estarse “matando” cada cinco minutos. Qué estúpida.
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— Como sea. — Fue lo único que respondió al momento de levantarse y empezar a caminar hacia delante sin prestar atención a los gestos faciales de sufastidiosa vecina. Si vivir al lado de su apartamento y tener que verla todos los días ya era una tortura, no sabía que adjetivo calificativo colocarle a ese preciso instante en donde tenía que aguantarse sus berrinches y chillidos. Eso no tenía nombre.
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            Danielle no sabía si lanzarle una piedra directamente a la nuca o darle la patada “milagrosa” en sus “divinas” partes. ¡Ah, es que en verdad no lo soportaba! Estaba plenamente segura de que esa misma noche iba a tener pesadillas con hombres llamados “Alex” con una cara idéntica a la de él y que serían seguramente tan fríos y desprovistos de emociones como él. ¡Por todas las santísimas vírgenes que la rodeaban! ¿Quién carajos querría aguantarse a un hombre así? ¡Que dios la librara de esos caracteres con defectos de fábrica!
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— ¡Ash! — Se quejó la chica de hebras rosadas por lo bajo a la vez que se levantaba para seguirlo, de muy mala manera, pero siguiéndolo al fin y al cabo.
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            Por lo menos tendría la certeza de que si su hermana y ese niñato huían de nuevo, no sería por culpa de la explosivamente escandalosa Danielle sino por causa del exasperadamente arrogante Alex, él era el que había comenzado toda la pelea ¿O no? ¡Ja!
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— ¿Ese no es Alex? — Preguntó con intriga una chica de cabellos rojos y ojos azules a un sorprendido pelirrojo de iris grises que miraba hacia enfrente como si su vida dependiese de ello.
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            Karina Alfaro y Sebastián Fuenmayor caminaban tomados de la mano tranquilamente por el parque mientras veían a lo lejos a Alex y a una desconocida. Bueno, por lo menos él ni la había visto. ¿Sería que era novia del moreno…? ¡No que va! Se notaba a leguas de distancia que esa chica no era su tipo ni aunque la examinasen con una lupa.
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— Al parecer sí, me parece extraño. Él suele estar a estas horas en la empresa de su tío — argumentó el chico con extrañeza mientras afianzaba el agarre de la mano de su novia entre la suya. Era realmente extraño ver a Alex Sabaraín caminando por el parque al lado de una chica como si nada sucediese ¿Y tanto se quejaba de que ellos siempre lo fastidiaban con ese asunto? ¿Quién lo entendía realmente? Él era aún más extraño que esas películas de terror psicológico inconclusas que te dejan con gran intriga.
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— ¿Por qué no nos acercamos? Si aquella chica que lo acompaña es su novia, yo quisiera… — Fue diciendo la pelirroja mientras bajaba el tono de su voz en conjunto con su cabeza. Sebastián suspiró con nostalgia y le pasó el brazo por los hombros en un gesto reconfortante. Karina lo miró con una sonrisa tenue en el rostro.
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— No debes culparte por eso, Kate hizo lo que hizo sin tu consentimiento — aseguró el pelirrojo de ojos grisáceos con tono de ánimo, odiaba ver a su novia en ese plan de echarse la culpa. Karina tenía el defecto de culparse de todo lo que pasaba a su alrededor sin importar si ella estaba involucrada o no, solía ponerse triste constantemente cuando se acordaba de la víbora de su hermana mayor. Kate había hecho algo realmente malo, no sólo había dejado a Alex a la deriva sino que también había dejado a su pequeña hermana con un remordimiento de consciencia del tamaño del iceberg que se había estrellado contra el “Titanic”; por eso la odiaba, todo había tenido un final desastroso y su mejor amigo de la infancia seguía cobrando esos males que no le traían beneficios. El mundo estaba lleno de problemas hasta para regalar.
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— Pero entonces vamos hacia él, parece estar buscando algo — mencionó la chica de ojos azules en un tono analítico muy propio de su carácter.
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            Sebastián y Karina se movilizaron hacia el chico de andar parsimonioso y a la chica con mirada fuerte. El pelirrojo se extrañó aún más. ¿Qué hacía el tranquilísimo Alex con una chica como aquella? Se podía diferenciar sus caracteres a millas, aquella chiquilla de cabellos rosados no cumplía con ninguna de las características femeninas que el pelinegro buscaba, estaba seguro de ello y aunque le dijeran que no era así él seguiría creyéndolo.    
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— Hola, Alex — escuchó a su novia saludar con su voz suave cuando llegaron a detenerse justo al frente de la pareja. Le encantaba su melodiosa voz.
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            Levantó la cabeza y le hizo una leve seña con la cabeza al moreno.
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— Hola, Karina. Sebastián — saludó el joven de ojos negros con su monótona voz fuerte y clara. Se acercó hacia la pelirroja y le dio un beso en la mejilla para luego darle la mano a su amigo casi inseparable.

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            Alex captó la mirada indiscreta del pelirrojo sobre una sonrojada chica de hebras rosadas y suspiró con contrariedad casi imperceptiblemente. Se había olvidado totalmente de que Danielle o acompañaba en su “excursión al centro”.
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— Ella es Danielle, mi vecina. — Fue lo único que dijo antes de señalarla y que la chica de ojos verdes parpadeara bastante asombrada. ¿En verdad la estaba presentando o esas eran las ilusiones que ella guardaba en el baúl sin fondo dentro del libro negro? ¡No! Definitivamente eso no era una ilusión… ¡Era una pesadilla! Ella no quería conocer los vínculos amargo-sociales de ese asocial que tenía a su derecha ¡No! ¡Por su sacrosanta madre, estaba a punto de salir corriendo de allí en la primera oportunidad!
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— Un gusto Danielle, yo soy Karina — se presentó la pelirroja con un tono que a la joven de ojos verdes le pareció bastante amable y dulce para luego darle un beso en la mejilla —, y este de aquí es mi novio, Sebastián.  — Concluyó la chica al señalar al hombre que la acompañaba, el cual si se fijaba bien, era de la misma estatura que su ácido contiguo. Éste mismo le tendió la mano muy cordialmente luego de la presentación, ella la aceptó bastante estupefacta y contrariada. Había cierto asunto que no terminaba de formarse en su cerebro.
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            Había algo que no cuadraba para la muchacha de hebras rosadas. ¿Cómo es que la escoria tenía unos amigos tan amigables? O es que él era realmente extraño o únicamente ellos no sabían el verdadero carácter de su amigo. Simplemente no entendía nada de nada. Ella que siempre había buscado personas que fueran amables con ella o por lo menos que se preocuparan por saludarla, no había encontrado nada; en cambio él, con su carácter de los mil demonios y su arrogancia a la altura del rascacielos más alto construido hasta el momento, tenía aquellos allegados que a simple vista inspiraban la más pura confianza… ¡El mundo estaba de cabeza! Y… ¡Joder! Ella seguía sin ir al ritmo del planeta.
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— Que raro verte paseando por aquí… — inquirió Sebastián con su típico tono investigador que pasaba desapercibido por todos pero no por Alex. Estaba seguro que iba a preguntar algo así tarde o temprano, realmente se lo esperaba.
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— Cierto… ¿Cómo ha estado Alejandro? — Preguntó Karina con un tono de voz bastante dulce —, no lo veo desde el año pasado… con este asunto de que casi todos nos mudamos a la misma ciudad, fue una verdadera suerte. — Completó brindándole una sonrisa a Danielle, esta le devolvió el gesto con una gran alegría interior… ¡Por fin alguien que no la veía extraño por su color de cabello! Giró la cabeza hacia el moreno con un poco de sobresalto cuando el mismo carraspeó sonoramente.
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— Precisamente lo ando buscando — corroboró en un tono de voz bastante extraño para los presentes. Precisamente, al pelirrojo le surgió una idea bastante alentadora, Karina solía ser bastante espontánea…
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— ¡Te ayudamos! — Exclamó éste en medio de las miradas estupefactas de los otros tres jóvenes. Entre todo esto, sintió unas uñas clavándose de su palma, no pudo hacer más nada que quejarse.
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— ¡El que menos estorba más ayuda! — le reclamó la joven de ojos azules por lo bajo. Aunque no tan bajo como para evitar que un absorto Alex y una sonrojada Danielle escucharan tal afirmación.
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            ¡Demonios de los infiernos! ¿Es que acaso sus amigos creían que tenía algo con esa chiquilla de cabellos rosados? ¿Es que estaban ciegos?
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            La de ojos verdes no podía creerlo. Había entendido perfectamente esa frase… ¡Maldita sea su percepción inoportuna! ¿Cómo es que era tan lenta para entender otras cosas pero eso si lo había entendido bien?
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            ¡Ah! El cuento de nunca acabar.
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viernes, 14 de octubre de 2011

Capítulo 3: Búsqueda de locos


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Capítulo 3
Búsqueda de locos
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— ¿Lo tienes todo? — Preguntó la chica de hebras rosadas por décima vez, con una cara de inocencia fatal que conseguía asquear al moreno.

            Alex suspiró mentalmente muy molesto… ¿Cuántas veces le iba a preguntar lo mismo? ¿Cien? ¿Mil? Debería saber que mientras más preguntara menos le decía alguna cosa.

— ¿No te he dicho ya que sí? — Le respondió con otra cuestión, mientras mantenía la mueca de fastidio en su cara. Tomó su chaqueta negra junto a sus llaves y cerró la puerta de su departamento con lentitud.

            Danielle lo miró con su mueca predilecta, frunciendo el ceño y se cruzó de brazos un tanto malhumorada. Sí, ella era un poco infantil. Miró de lado a lado todo el pasillo desierto y se frotó mutuamente las palmas de las manos, para luego calentárselas un poco con su bufanda morada clara. El pequeño edificio muy lujoso, únicamente contaba con cuatro apartamentos distribuidos únicamente en dos pisos; ahora solamente los hermanos, Julieta y Danielle eran los que ocupaban la residencia, por esto, el edificio estaba completamente frío ya que no había la calefacción suficiente.

— ¿Podemos irnos ya? Necesito encontrar a mi hermana y también necesito salir de esta torre helada. — Pidió con el ceño levemente fruncido mientras respingaba su nariz en un gesto orgulloso. Le era sumamente difícil no decirle algo ofensivo al pelinegro, pues este se creía la perfección personificada.

            El de ojos negros la fulminó con la mirada muy discretamente, mientras que, le pasaba llave a la portezuela. ¿En realidad ella creía que se iba a apurar sólo porque le daba la gana? Estaba loca y era muy infantil. Aunque la entendía bastante bien, él también estaría preocupado por Alejandro si no supiese que, podía cuidarse solo y que podría estar tramando algo… ¿En realidad se la había robado? Era casi imposible, pero no por eso era improbable. Julieta y su hermano se habían llevado bien desde que se conocieron, los dos se echaban sus “puntas” e indirectas muy directas que no pasaban desapercibidas para él, pero al parecer para la chica de ojos verdes era todo lo contrario, ella sí que al parecer no captaba ni la quinta parte de todas esas frases que sus hermanos se lanzaban… ¡Ah ella era torpe en todos los sentidos! Estaba seguro de ello.

            Sin decir una palabra, pasó justamente a su lado para dirigirse hacia las escaleras cerámicas de caracol. Danielle lo miró de reojo y siguió de píe en el mismo sitio sin mover ni un ápice. ¡Por su madre que en verdad le caía mal! ¡Tenía ínfulas de rey! ¿Qué se creía? Ni los actores de cine que trabajaban con su madre eran tan soberbios como sólo él podría ser… ¡Carajo, su madre!

            Dejó su pose y su molestia tras ella, para luego seguir al chico arrogante con los ojos levemente más abiertos de lo normal. Necesitaba encontrar a su hermana en ese mismo momento o sino, estaba propensa a sufrir un paro cardíaco o algo muy remotamente parecido a lo anterior; o bien, la que iba a sufrir un desmayo masivo era su madre e iba a delirar con matarla a ella. ¡Siempre había sabido que Julieta solo traería problemas! Bueno, eso no era nada nuevo en realidad, sólo era bastante cansino.

— Mientras más rápido, mejor. — Mencionó el moreno sin girarse con su típico tono frívolo al ver que la chica, se había vuelto a detener en medio de la carrera. Al decir aquello, siguió bajando las escaleras sin esperarla siquiera, no tenía tiempo para escuchar otro berrinche que, seguramente, le querría hacer aprovechando que solamente estaban ellos dos en el edifico. Le dolía el cerebro y los oídos con tan sólo escuchar su chillona voz.

            Danielle se apresuró a bajar tras él sin reclamarle nada. Estaba muy concentrada tratando de recordar los lugares preferidos de su hermana, para, poder buscar alguna posible solución a ese mal. Definitivamente Julieta había hecho algo muy malo, ¿cómo podía haberse ido así sin más? ¿No le preocupaba nada dejar a su hermana mayor con un profundo vacio en el corazón? En realidad pensaba que ella era mucho más responsable de lo que se veía, pero las apariencias engañan. Ella lo sabía muy bien. Sin darse cuenta se había detenido de nuevo en medio de las escaleras. Ahora tenía las lágrimas a punto de salir de sus ojos y un nudo infernal en la garganta que no la dejaba respirar… ¿Por qué Julieta había hecho eso? No sabía la razón, pero no creía que fuese en realidad por Alejandro, su hermana siempre había sido muy liberal con el tema de los noviazgos y nunca se tomó en serio todo lo que ella le decía; entonces… ¿Por qué ahora se escapaba con el hermano menor de Alex? Había dicho que era simplemente porque ella y él no se llevaban nada bien, pero esa era la primera vez que parecía importarle sus problemas con otras personas… ¿Sería que en realidad se había enamorado de ese chico de ojos pardos? Sin planearlo y sin siquiera sentirlo, dos gotas saladas bajaban desde sus ojos hasta sus mejillas. En serio se sentía mal por el hecho.

            Alex notó en seguida que Danielle había dejado de seguirlo cuando, no escuchó sus lentos pasos tras él ¿No estaba apurada? ¡Pues que se moviera si quería encontrar a su rubia hermana rápido! Suspiró casi imperceptiblemente aún sin voltearse y se masajeó las sienes. De seguro se iba a poner a chillarle en el oído si le decía que se apurara, así que solo se voltearía y la miraría profundamente para intimidarla en el acto. Efectivamente, hizo lo planeado: se giró lentamente sobre sí mismo y observó el cabello rosa de la chica ya que ésta estaba cabizbaja; abrió la boca para decirle algo pero se detuvo inmediatamente al ver como la joven de ojos verdes alzaba la cabeza y por su rostro corrían lágrimas, su expresión era compungida y se apretujaba la chaqueta impermeable de color lila con insistencia. El pelinegro se quedó contemplándola con el corazón en un puño, su vecina podría ser muy chillona, pero si había algo que él no permitía, era que una chica llorara. Apretó los puños y maldijo a su hermano con el pensamiento… ¡Joder y mil veces joder! Ya hablaría con Alejandro muy seriamente, ¿cómo se había atrevido a hacer algo así? ¡Sí se notaba que esa chica amaba a su hermana pequeña! Él también quería mucho a su pequeño consanguíneo, pero a veces se pasaba de la raya, y eso, él no lo toleraba; es más ¡Lo odiaba!

            Estiró su mano hacia ella en señal de apoyo. Danielle abrió los ojos con impresión muy mal disimulada, ella no sabía ocultar sus emociones ahora, las había reprimido tantos años que ahora ya no era capaz de tener control sobre ellas. Hipó y se secó lentamente las lágrimas para luego acercar su delgada mano a la palma del moreno, éste apretó suavemente su extremidad. La chica no se hubiese imaginado jamás que, la escoria podría llegar a tener un gesto tan tierno para con ella; siempre lo había catalogado como “el chico frío que la odiaba” o “el chico arrogante que la quería muy lejos de él”, y ahora, resultaba que le ofrecía la mano porque estaba llorando… ¡Ah! De verdad que no entendía a los chicos como él y tenía la certeza de que no los comprendería jamás. ¿No se suponía que la quería lejos y sin ningún contacto con él? ¡Necesitaba que alguien le explicara el momento! Su cabeza era un caos; en realidad hubiese querido gritarle que quitara su mano porque no la necesitaba, pero extrañamente no pudo hacerlo; ese gesto la había dejado noqueada y sabía que su cara ahora estaba tan anonadada que, de haberle tomado una foto, hubiera asustado a cualquiera. Además, estaba intentando de no pelear con él por todos los medios posibles, ya que, si la teoría de Alex resultaba ser cierta, entonces su hermana estaba por allí en cualquier sitio esperando la primera oportunidad de que ellos se pelearan nuevamente para salir huyendo de nuevo… En verdad no quería eso.

            Cuando Alex estiró su mano hacia Danielle para brindarle un poco de consuelo no se esperaba esa sutil reacción; en realidad esperaba algún chillido de indignación, seguido de algún cruce de brazos y quizá un levante de mentón orgulloso; y el resultado era totalmente distinto: la chica había aceptado tomar su mano sin ningún tipo de reclamo o alguna mueca de molestia… ¡El fin del mundo se acercaba! Sí, eso tenía que ser. ¿Desde cuándo su vecina llorona aceptaba que él le dirigiese la palabra? ¿¡Desde cuándo aceptaba que le agarrara la mano!? El mundo estaba “patas arriba” y ese leve gesto era la prueba de ello, aunque, ya no podría quitar su extremidad de allí, eso sería enfadarla; además, ella la había aceptado gustosa, sin mirarlo con los ojos encendidos de rabia o alguna mueca extraña en su rostro. Habría querido darle una sonrisa, pero eso sí no pudo hacerlo, él no solía brindar sonrisas falsas, las únicas sonrisas no fingidas eran para las personas que tenían un lugar especial en su corazón  “de hielo”; como por ejemplo su madre, hermano y anteriormente… Kate. ¡Demonios! Toda la vuelta del asunto lo había hecho volver a pensar en su antigua novia. Eso no era nada bueno, odiaba acordarse de ella en los momentos menos oportunos, aquello era como su tortura mental con una cura aún no descubierta. En verdad le había dolido que ella se fuera así sin más. Habría querido odiarla, pero definitivamente estaba casi seguro de que no podría lograr aquello ni en sus mejores sueños.

— Vamos… — Dijo Danielle luego de aclararse la garganta y apretar un poco la mano de Alex, antes de, guiarlo hacia el final de las escaleras para salir por fin del recinto. Se sentía realmente extraña tomando la mano del moreno mientras lo guiaba sin pelearse por cualquier tontería, en verdad, no conocía ese autocontrol que ahora estaba utilizando, tenía la sensación de que no se conocía en demasía a sí misma, sin embargo, sabía muy bien que tenía un carácter de lo más explosivo capaz de estallar en el momento menos esperado.

            El chico de ojos tan negros como las piedras ónix, se dejó guiar hasta el piso inferior por la joven de ojos verdes que, aún no se dignaba a soltarle la mano y, él lo aceptaba así. Estaba completamente consciente de que ella necesitaba un apoyo en el cual reflejarse, así que, ¿quién mejor que él para apoyarla en esos momentos? Independientemente de que se llevaran como dos enemigos a muerte, la situación sobrepasaba cualquier problema entre ellos, y, aunque odiaba admitirlo, “la torpe” de Danielle comprendía ese hecho tan importante en ese momento.

            Al llegar a la puerta, la chica de hebras rosadas lo soltó sin siquiera mirarlo, él comprendió también aquello, ella tenía cierto orgullo y él tenía su arrogancia sin fin, así que no podría decirle nada. Observó con ojo clínico, como se iba alejando hacia la calle y miraba hacia todos lados con un semblante afligido. Desdobló su chaqueta negra y se la colocó para cubrir el frío que, su camisa de vestir blanca dejaba pasar. En verdad, odiaba vestirse formalmente en esa ciudad en la cual hacía un frío capaz de congelarte las neuronas o, de una u otra forma, paralizar el trabajo arduo del cerebro y los músculos, ¿cómo los residentes podían vivir tan tranquilos durante esa época del año? Hasta Danielle se veía sumamente tranquila.

            Caminó lentamente hacia la chica intentando ocultar su ansiedad por encontrar a su estúpido hermano menor, mientras se afianzaba su casaca de vestir aún más. Llegó a su lado y la miró sin expresión aparente, aunque por dentro se sentía un poco inquieto por su causa; se agarró su liso cabello obscuro en una coleta baja y se dispuso a decirle algo a la chica, cualquier cosa que la calmara si eso podía ayudarle.

— No te preocupes, pase lo que pase los encontraremos y los traeremos de vuelta sin daño alguno. — Trató de tranquilizarla sin mucho éxito, lo supo porque Danielle no quitó su expresión dolida, solamente se dedicaba a mirarlo con sus profundos ojos verdes que denotaban preocupación y hasta un poco de miedo. Captó cuando la chica hizo su mueca elegida con la boca y asintió levemente sin decir una palabra. Aquel gesto seguramente era un tic nervioso.

— Estoy casi segura de que no estás tan preocupado como yo… pero gracias. — Contestó mirando hacia otro lado sin humor de ofenderlo. Después de que le había dado la mano, había sentido como si cerraran algún tipo de trato entre ellos: un trato innato para traer a sus hermanos de vuelta. Aquello no debía fallar, ellos debían fingir llevarse bien, y, ese preciso instante era el mejor camino para dejar sus diferencias de lado por mucho que se aborreciesen.

            Alex por su parte, tensó la mandíbula y entrecerró los ojos en el intento de, contener el deseo de incordiarla por decirle aquello ¿¡Cómo que no estaba tan preocupado como ella!? ¿Ella qué sabía? No lo conocía, no podía saber si estaba preocupado o no, pero realmente eso no importaba ya, en verdad deseaba saber algo de Alejandro; Julieta por lo menos había tenido la necesidad de escribirle una pequeña nota a su hermana, pero él definitivamente no le había escrito nada de nada ¿En qué pensaba ese niño? Nunca se hubiese podido imaginar que se fugara con una de sus conquistas, porque era una conquista… ¿Verdad? Cada vez más se carcomía la cabeza con aquello, Alejandro nunca había llegado tan lejos por algo así, ¿sería realmente como había dicho la chica rubia en su nota? En verdad… ¿La quería tanto como para fugarse por ella por culpa de Danielle y él? ¡Ah! Todo eso era gran problema que había que afrontar, era imprescindible que, mejorara su relación con esa pecosa escandalosa si en verdad quería tener a su hermano y a esa joven de vuelta… ¡Ah! Alejandro lo colocaba en unos aprietos históricos dignos de ser recordados, tal vez, pudiesen escribir unas historias épicas de sus hazañas para, escapar de las ideas sumamente impredecibles de su hermano en un futuro no muy lejano, porque realmente tenía que crear planes para escapársele de las manos.

— ¿Te gustaría ir caminando o en mi auto? — Cuestionó ignorando olímpicamente el comentario anterior hecho por la joven —, te puedo asegurar que no están por estos lugares, estarían demasiado cerca de la residencia, y si conozco a Alejandro, él querría irse bastante lejos. — Concluyó con la intención de no ser tan brusco y de no asustar a la pobre de Danielle que ahora, se mordía el labio cada cinco segundos a la vez que juntaba las manos como si estuviese rezando.
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            La pecosa de mirada clara observó a Alex sin dejar de morderse el labio y juntar sus manos en una oración muda. Lo que decía el moreno era verdad, Julieta era exactamente todo menos tonta, y si estaba acompañada de un chico, mucho menos. Indudablemente, estaría planeando el próximo movimiento antes de que ella la encontrara y, la devolviese a la mansión de su madre halándola de los cabellos. ¡Ay, es que quería nada más verle un solo cabello porque le iba a dar de nalgadas! Probablemente ya estaba grandecita para echarle regaños y darle sus palmaditas, pero realmente se las tenía bien merecidas por irse así como así con solo una notita de aviso y el aire de testigo. ¡Joder! Ya estaba pasando del estado depresivo hacia el estado enojadísimo y eso no le convenía, siempre recorría a descargar su rabia contra la primera persona que tuviese frente a sí, y la primera persona que tenía ahora era Alex. Ni queriendo se querría pelear con él en ese momento, había muchas cosas en juego.

— Mejor en tu auto, saldremos de la zona y los buscaremos en el centro de la ciudad o en sus lugares favoritos, donde creamos que podremos encontrarlos. — Sugirió con un tono de voz casi suplicante mientras que, fijaba sus verdes ojos en los negros del moreno.

            Este asintió y sin pensarlo mucho se dirigió a su auto de un color totalmente obscuro, como una azul casi llegando a negro. Quitó la alarma al ver que la chica se iba acercando al transporte y abrió con caballerosidad la puerta del copiloto, ella sin decir ni una palabra se subió al automóvil que la guiaría hasta el centro: donde estaban todo tipo de negocios, zonas industriales, entretenimiento y demás cosas. Alex rodeó el vehículo hasta llegar al asiento del piloto, cerró la puerta suavemente para luego indicarle a Danielle que se colocara el cinturón de seguridad al mismo tiempo que, con la misma elegancia que había cerrado la compuerta, colocárselo él. Solía tratar sus pertenencias con suma delicadeza, y precisamente esa sutileza era la excusa perfecta para que sus amigos lo fastidiaran sin cesar.

            Empezó a manejar con una velocidad moderada al colocar su mano izquierda sobre el volante, y, centrar su vista hacia enfrente para concentrarse en la ruta. La chica de hebras rosadas, se limitó a mirar por la ventana para, ver con entretenimiento, como pasaba rápidamente toda la vegetación plenamente cuidada que, rodeaba a la lujosa residencia. Se sentía sumamente rara al estar sentada allí en el auto de esa escoria y justamente a su lado sin siquiera lanzarse miradas de molestia fatal. Bueno, precisamente la idea era no pelearse por algo tan tonto, pero en verdad ella estaba consciente de que explotaría en cualquier momento y empezaría a discutir, mientras él, simplemente se masajearía las sienes y cerraría los ojos con fastidio, esperando el momento apropiado para lanzarle un comentario hiriente que la haría encenderse aún más y, la incitaría a seguirlo insultando con su voz exasperantemente chillona. Giró levemente su cabeza hacia el pelinegro que mantenía su vista fija en el camino; examinó su perfil con suma curiosidad, en realidad cualquier chica que lo viera en esa situación creería simplemente que es el hombre perfecto que todas deseaban: su cabello largo y negro en contraste con su piel clara yacía amarrado en una coleta baja, sus finas cejas estaban levemente inclinadas a causa de su concentración, sus delgados labios estaban juntos en una línea casi recta y su cara cincelada muy finamente causaban que pareciese un ángel caído en la tierra. Se sonrojó un poco ante tales pensamientos… ¿Cómo es que podía ver de esa manera a esa escoria? ¡Ah! Es que ella definitivamente se embelesaba con todo lo bonito que veía, ¿para qué negarlo? Alex era demasiado guapo, lástima que todo eso era opacado cada vez que abría su gran boca para decir cosas hirientes, él era demasiado arrogante y perfeccionista, por eso mismo no podía ser perfecto, nadie era perfecto.

            Siguió escaneándolo sin percatarse de que, el moreno la miraba de reojo con una pizca de burla bien aparentada. Si alguien le hubiese dicho que su escandalosa vecina se iba a sonrojar mientras lo observaba, entonces él hubiera catalogado a esa persona como “loca”. Danielle era la única mujer -a parte de su madre-, que le había gritado en el transcurso de su vida; lo había insultado, lo había incordiado, se había atrevido a hablarle con un tono de voz bastante despectivo y por si eso fuera poco, también le había echado sus verdades en cara; pero a pesar de todo, ella seguía siento precisamente eso: una mujer. Una mujer que no podía evitar fijarse en algo atractivo, y él estaba consciente de que era muy sexy, estaba  cansado de escuchar ese adjetivo para referirse a él. Dejando el tema de lado, ¿cómo es que su contigua era tan terriblemente torpe para mirarlo tan indiscretamente? ¿A caso en verdad creía que él no notaría la verde mirada insistente sobre él? Seguramente. Aquello estaba sumamente mal, él era muy perceptivo y ella demasiado impertinente al mirarlo de esa manera. No concilió hacer ningún comentario al respecto, no porque no quisiese, sino porque en verdad no quería escuchar sus chillones reclamos mientras manejaba, eso sería algo realmente malo, hasta podrían llegar a tener un accidente si se ponían en ese plan de odiarse. Observó de igual manera, como la joven quitaba lentamente sus ojos de él y se pasaba las manos por su lacio cabello rosa… ¿Qué la había llevado a ponerse ese rosa exótico de color para el cabello? Al principio definitivamente había pensado que era una chica tonta y sumamente ridícula a la cual le brillaban los ojos con solo ver ese color, pero definitivamente no había sido así. Danielle era torpe, escandalosa y hasta un poco infantil, pero terminantemente no tenía ese color de cabello porque le gustara en exceso; luego había pensado que se había puesto ese color porque simplemente era miembro de alguna tribu urbana en la cual usaban colores exóticos, se colocaban aretes hasta en los lugares menos imaginados y se tatuaban por todos lados, pero inmediatamente descartó aquello, ella realmente se veía normal, como cualquier otra chica joven a cargo de una problemática hermana menor que le gustaba vestirse bien.

            Dejó repentinamente de pensar en el tema para concentrarse totalmente en la ruta. Durante todo el trayecto, él no volvió a observarla de reojo y ella mucho menos retomó la acción de mirarlo embelesada por ser tan bonito. Sin darse cuenta, ya habían llegado al centro, el viaje se había hecho relativamente largo a causa de la compañía que cada uno llevaba, no es que ahora se la pasaban peleando, pero tampoco se llevarían lo suficientemente bien como para, mantener una conversación civilizada sin ningún comentario suspicaz. Alex se despojó del cinturón antes de que Danielle lo hiciera y bajó del auto rápidamente para abrirle la puerta, él era muy amable en ese caso. Por su parte, la chica solo se quitó el seguro y esperó a que el pelinegro diese la vuelta para abrirle la puerta a ella, sabía que lo haría, odiaba admitirlo, pero, se había dado cuenta de que él era bastante benévolo desde que, le había abierto la compuerta del vehículo con toda la disposición del mundo para que ella, a la cual él catalogaba “chillona”, se montara en su pertenencia con toda la comodidad.

            Bajó del auto inmediatamente después de que, el joven le abriese la puerta y luego miró hacia todos lados tratando de localizar algo conocido. Alex cerró la pequeña compuerta de su auto azul con la elegancia que lo caracterizaba, antes de, colocarle la alarma y dedicarse después a hacer lo mismo que en ese momento realizaba Danielle.  

— ¿Has visto algo conocido? — Preguntó seriamente el moreno luego de algunos segundos de búsqueda.

            La chica de ojos verdes negó con la cabeza y chaqueó la lengua.

— No, en realidad no creo que vaya a ser tan fácil conseguirlos aquí — Aseguró mientras flexionaba sus codos y apretaba los puños a la altura de su pecho. Hizo su mueca característica con la boca y siguió observando hacia todos los lugares posibles. Había demasiada gente en el centro por la temporada vacacional, así que no la iban a tener muy fácil que se diga.

            Alex miró su gesto con una expresión imperturbable y mortalmente neutra. A pesar de ser mayor de edad se veía que seguía siendo una niña bajo la falda de mamá, o por lo menos, eso es lo que él veía en ella. Se adelantó un poco y siguió mirando hacia todos lados mientras que, ignoraba las miradas coquetas de algunas chicas sentadas en los diferentes bancos de la pequeña plaza, en la cual, se habían detenido.

— ¿Oh, lo has visto? ¡Parece un dios! — Exclamó una sin el menor de los recatos.

— ¡Sí! Definitivamente yo quisiera un novio como él, pero si es él, mucho mejor. — Insinuó la segunda mientras soltaba una sonrisita picarona hacia su dirección.

            El moreno de coleta contuvo el deseo de masajearse las sienes… ¡No lo conocían y ya querían un novio como él! ¿Es que a caso estaban locas? Ellas ni conocían su verdadero carácter, así que era mejor que no lo colocaran como un prototipo perfecto de hombre ideal, pues, seguramente se decepcionarían a causa de su carácter agrio.

— ¡Danielle! — Exclamó instintivamente para que se acercara a él, y si tenía suerte, las chicas dejarían de mirarlo tanto. Aquello le cansaba.

            La de hebras rosadas, pegó un furioso respingo al escuchar la fuerte voz varonil que la llamaba de no tan lejos. Inmediatamente observó fijamente los ojos negros que le decían que se moviera tras él rápidamente. De no ser porque estaban en aquella situación, le hubiera dicho una larga lista de improperios bastante marcados por, pretender ordenarla a que se movilizara junto a él prontamente; y así lo hizo. Sin decir una sola palabra, llegó junto a él mientras lo fulminaba con la vista, él solo le devolvía su frívolo mirar con las manos metidas en los bolsillos.

— ¿Ella es su novia? — Preguntó muy despectivamente la misma chica de antes a la que la acompañaba.

            Danielle no pudo evitar sentir como una emoción extraña invadía su ser y la hacía apretar la mandíbula. ¿Ella novia de Alex? ¡No que va! ¡Ni en sus peores pesadillas!

— Al parecer sí, la ha llamado con tanta confianza… Pero me parece realmente extraño, ella es demasiado insípida y tiene el cabello rosa. — Contestó la otra con una mueca de asco en la cara, mientras que, escaneaba a la joven de cabello exótico de arriba abajo.

            Alex observó a su acompañante con una expresión aparentemente normal, aunque, se estaba divirtiendo con la mueca que tenía la chica en la cara. Por su parte, Danielle cargaba con un semblante histórico encima: su boca y ojos se encontraban más abiertos de lo normal a causa de, la indignación provocada al escuchar tal insulto y ver el rostro sereno del pelinegro. ¡Maldición! ¿Se divertía mucho parándose allí a escuchar los insultos hacia ella? ¡Ah! Y aparte de eso… ¿¡Por qué machacados esas tenían que hablar tan alto de lo insípida que ella les parecía!? ¡Demonios! Quiso seguir caminando hacia al frente y dejar a Alex en las profundidades de la desesperanza, pero, no pudo. El comentario que escuchó definitivamente iba a sacar su parte explosiva.
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— ¿Viste sus pecas? ¡Que feas son! — Se burló una de ellas mientras la otra trataba de contener la risa.
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            La joven se giró inmediatamente hacia ellas con un aura que inspiraba un terror total. El moreno la miró un poco sorprendido aunque lo disimuló muy bien, ¿en verdad se había enfadado tanto como para sacar ese carácter delante de tanta gente? Bien, tal vez no había sido una excelente idea dejarla escuchar agravios hacia su persona, ya se daba cuenta de que aquello resultaba ser terriblemente espantoso, pero… ¿Por qué se ponía así por simples críticas superficiales? En verdad era infantil entonces.
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            Danielle en verdad estaba cabreada, muy molesta. Tan furiosa que podría halar a las dos del cabello con una sola mano, aquella ofensa no la toleraba. Podían meterse con su carácter, con la ropa que usaba, con su color de cabello, pero nunca aguantaba que se metieran con sus pecas ¡Sus pecas eran sagradas! Lo único a parte del color de sus ojos que le recordaba a su padre ahora… ¿¡Cómo se atrevían a meterse con una herencia familiar!? ¡Ja, ahora iban a saber quién era Danielle Montenegro a mucha honra!
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            Se movilizó hasta la banca donde estaban las dos mujeres bajo la atenta mirada de Alex, el cual, no tardó en seguir sus pasos rápidamente. ¿Qué carajos iba a hacer esa niña?
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— Miren, muñequitas plásticas oxigenadas — empezó a decir entre dientes, mientras las dos muchachas la miraban con una mueca de desconcierto —, si a  me da la gana de ser insípida, pues ¡Soy insípida! — Recalcó a viva voz mientras las apuntaba a las dos con su puño derecho a la altura de su barbilla —. Si a  me da la gana de llevar el cabello rosa, pues llevaré el cabello rosa porque es original, no como ese plumero amarillo que tienen ustedes por cabello — siguió diciendo, a la vez que, escuchaba los chillidos indignados de las dos chicas y, se percataba de que Alex la miraba con los ojos bien abiertos —, ¡si a mí me da la gana de lucir mis pecas pues se aguantan y se dejan la envidia porque ustedes no tienen pecas! — Gritó mientras les halaba fuertemente un mechón de cabello a las dos. Éstas pegaron un pequeño gritillo de dolor mientras se masajeaban la cabeza.
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            Danielle se sacudió las manos y respingó su nariz orgullosamente… ¡Nadie se metía con sus pecas y salía ileso!
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            Alex dejó de mirarla con los ojos más abiertos de lo normal y luego giró su vista hacia las chicas que lloriqueaban por sus cabellos. Sonrió un poco, después de todo ella si sabía cómo dar una lección de orgullo. Repentinamente sintió como unas delgadas manos rodeaban su brazo izquierdo, bajó levemente sus ojos negros y se encontró con la mirada marrón de una de las chicas… ¡Magnífico! Precisamente eso le faltaba. Ahora ya Danielle no era nada buena dando lecciones.
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— En realidad yo no sé qué le pasa… — Trató de excusarse la joven, mientras que él, únicamente trataba de soltarse de su agarre sin parecer muy brusco. Justo en ese momento, sintió unos dedos que tocaban con insistencia su hombro, giró su cabeza levemente y recibió algo que no se esperaba ni en la peor de las situaciones.
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            Un puño se había incrustado sin razón aparente en su mejilla izquierda, con la fuerza suficiente como para que la chica lo soltara al instante y él chocara con el costado de Danielle. Aquello había sido muy sorpresivo.
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— ¡No vuelvas a coquetearle a mi novia! — Le avisó aquel hombre que, le había pegado un puñetazo mientras tomaba de la mano a la chica que segundos antes se estaba excusando con él. Sintió un brazo ajeno enrollándose con el suyo y volteó a mirar, se sorprendió aún más cuando descubrió que la que le había tomado el brazo era la chica de hebras rosadas.
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— ¿Y a ti que te pasa poco hombre? ¿Siempre les pegas a los demás cuando tienen la guardia baja? ¡Te aviso que no le coqueteaba! ¡Tu noviecita le estaba coqueteando a él! — Mencionó con ira y a la defensiva mientras zarandeaba a Alex hacia todos lados.
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            Definitivamente esa búsqueda era de locos.
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Capítulo 2: Infierno tardío


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Capítulo 2
Infierno tardío
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<< Querida hermana. Sé que te vas a poner a gritar como loca desquiciada luego de que leas esto, pero era necesario hacerlo. Yo, Julieta Márquez me he escapado a un lugar que tu nunca sabrás… ¿Razón? Tú lo sabes. Alejandro Sabaraín. Su hermano y tú tienen una pésima relación, tan mala que llegué a creer que se intentarían matar en cualquier momento… ¿Por qué se tienen tanta aversión? ¿Se conocen de algún otro lado? No, no lo creo, yo sé perfectamente cómo eres querida hermana. Espero que no lo tomes a mal Danielle, pero yo en verdad quiero a Alejandro, y él me quiere a mí, por eso ha decidido llevarme con él a otro lugar en dónde la hostilidad que se respira entre Alex y tú no vea la luz. Sé que me entenderás desde el fondo de tu corazón, aunque no te des cuenta.
Te quiere. Julieta. >>
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            Alex no podía dejar de fruncir el ceño al terminar de leer la corta nota que había dejado la rubia de ojos azules. Danielle solo quería estamparle la cara a Alejandro contra un poste de luz, o en el mejor de los casos, a su hermano mayor. ¡Ah esa escoria que la había tratado mal desde que la divisó en su camino!
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— Estas cosas suelen suceder cuando no se tienen mucho control sobre los hermanos. — Recordó el moreno de pelo largo sin mirar algún lado en específico —. No creí que Alejandro fuese capaz de hacer algo así. — Dijo más para sí mismo en tono tranquilo. Danielle lo miró como si se hubiese vuelto loco.
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            ¿¡Cómo podía estar tan mortalmente tranquilo!?
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— ¿Cómo le haces para estar tan excesivamente tranquilo? — Interrogó a la defensiva con el ceño fruncido. — ¡Ah! ¡Me voy a volver loca! — Dijo escandalosamente mientras Alex la miraba con una mueca de fastidio.
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            Su vecina era demasiado escandalosa para su propio bien.
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— Yo no sé cómo le haces tú para ser tan fácilmente fastidiosa. — Respondió en tono frío mientras se guardaba la nota y se disponía a entrar a su apartamento.
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            Danielle realmente no entendía a ese hombre… ¿Cómo es que no se preocupaba nada? ¡Porque ella sí que estaba preocupada en demasía! Su corazón parecía ser de hierro tan frío como el hielo y su cara era como un papel completamente en blanco, todo lo contrario a la suya, la cual parecía a punto de romperse por lo “distorsionada” que estaba mientras su corazón latía tan fuerte que dudaba si estaba en verdad bombeando la sangre. ¿Quién no se preocupaba por su hermano por más fastidioso que fuese este? ¡Ah! La respuesta del millón: Alex Sabaraín. La joven de ojos verdes en verdad estaba interesada en encontrar a su hermana en ese mismo instante, y por supuesto que no lo haría sola, pues precisamente el que andaba perdido con su consanguínea era el hermano menor de esa escoria mal viviente que no podía ver ni en dibujitos de palitos. ¡Ah como lo odiaba! En serio que lo hacía ¿Qué le iba a decir a su madre cuando llamara y preguntara por Julieta? ¿Qué estaba bien? ¡Oh no! Seguro eso no le bastaría a “Daniela-actriz-de-Cine-Márquez”, ella estaba segura; seguramente le diría que se la pasara al teléfono, ¿entonces qué haría?  ¿Se pondría a imitar su voz pasiva?  No, definitivamente su madre no se creería ese teatro, y, lo más probable es que la demandara ¡Si demandar a su propia hija por pérdidas graves!
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— ¡Eh! ¿A dónde crees que vas? — Siguió cuestionándolo mientras lo halaba de la camisa deportiva.
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            Alex se giró rápidamente y la fulminó con la mirada. Danielle inmediatamente lo soltó. Sus ojos tan negros tan misteriosos daban miedo y una sensación de vacío terrible que no quería experimentar mucho más a fondo. ¡Si que no quería!
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— Quiero bañarme. — Informó sin muchas ganas al poner un pie dentro de su departamento. Necesitaba relajarse un poco y eso lo haría a través del agua, estaba preocupado por su hermano. Demasiado preocupado. Aunque no lo aparentase en verdad quería partirse un jarrón en la cabeza a ver si eso era una pesadilla, los pellizcos no le servían de mucho. 
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            Danielle afincó su dedo en uno de sus hombros con insistencia. Definitivamente Alex era un asunto serio a su parecer.
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— ¡Ah no, señor! ¡Tú no te bañas hasta que me acompañes a la policía! — Exclamó fervientemente caminando a zancadas hasta quedar justamente en la puerta frente a la suya. Empujó levemente hacia atrás al moreno y haló la puerta para cerrarla causando un eco en el pasillo.
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            Alex la miró sin expresión aparente aunque por dentro era toda lava hirviendo. ¡Su vecina lo iba a volver loco! Y si es que acaso lo sacaba de sus casillas, él no se haría responsable de sus actos ¡Por supuesto que no!
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            Observó que la chica hacía una mueca muy, a su parecer, cómica con la boca y colocaba sus manos echas puño sobre su cintura con las piernas juntas. Alex no pudo evitar sonreír automáticamente con añoranza, esa pose le recordaba mucho a su madre, a la cual no veía desde hacía un mes desde que se había mudado. Danielle observó su sonrisa y frunció el entrecejo muy notoriamente. El problema no es que Alex se haya reído inconscientemente, sino que la de hebras rosadas lo haya malinterpretado por el simple hecho de verla fijamente.
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— Hmm…—
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— ¿¡De qué te estás riendo, eh!? — Reclamó enseñándole un puño con un pie adelante y otro atrás, movimiento que al moreno le resultó de lo más infantil.
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— En realidad no tengo tiempo para jugar al “soldadito” — Contestó con una sonrisa irónica de medio lado y luego observó la cara totalmente roja y los ojos sumamente abiertos de Danielle. Ok, tal vez decirle eso no había sido tan buena idea.
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— ¡Al diablo tú y tus estupideces! ¡Ahora te vienes conmigo a la estación de policía porque yo quiero a mi hermana ya! — Gritó y esparció una mueca de cólera al ver cómo el joven de ojos color azabache entrecerraba su ojo derecho en señal de aturdimiento por sus gritos.
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            Los ojos verdes de la chica centellaron cuando sacudió la cabeza con fuerza y bajó el semblante para luego tomar la muñeca de un desorientado pelinegro de coleta que la miró como si fuese una demente recién escapada del manicomio.
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            ¿Es que a caso era bipolar? ¿Le había dicho escoria millones de veces para luego tomarle la muñeca así sin más? ¡Definitivamente esa niñanecesitaba un psiquiatra o algo parecido!
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— Pero… — Trató de decir al ser halado fuertemente por la de cabellos rosados que se afincaba fervientemente hacia delante para llevarlo a rastras.
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— ¡Pero nada! ¡Tú vienes conmigo a la delegación por culpa de tu hermanito bonito! — Siguió exclamando al tratar de halarlo hacia las escaleras, pero no podía mover al moreno ni cinco milímetros.
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            Alex se exasperó en sobremanera. ¿En verdad no había pensado en lo que pasaría si ella enseñara una de esas fotos de su hermana en la delegación? ¿Creía que no se darían cuenta de quién era hija y no armarían escándalo? ¡Por dios que era total y plenamente torpe!
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— ¿A caso necesitas otro cerebro? — Le preguntó con la paciencia perdida cuando se soltó de un jalón —, ¿crees que no se darán cuenta de quién es hija cuando les muestres la foto y les digas el nombre? Armaran un escándalo si avisamos. — Dijo con un tono bastante obvio mientras levantaba levemente sus cejas negras.
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            En serio, necesitaba un reajuste en esa cabecita loca.
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            Danielle lo miró con el ceño fruncido tratando de evitar estamparle un perfecto puñetazo en su divino rostro y partirle la nariz mientras hacía la mueca de siempre con la boca. Odiaba admitir que cierta parte de lo que el pelinegro decía era cierto pero… ¿Cómo iba a encontrar a su hermana entonces? ¿Iba a contratar a un brujo o qué? ¡Ah no! Seguramente ella no debía pensar mucho en el asunto, desde luego que “señor escoria” tendría alguna idea para demostrar su infinita inteligencia sobrevalorada, estaba segura de ello.
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— Odio admitir que tienes razón. — Razonó mientras sus demonios internos amenazaban con salir en cualquier momento — ¿Alguna idea genio? — Lo desafió con la mirada con una mueca de desagrado a la vez que se cruzaba de brazos. ¡Ah no sabía que odiara tanto darle la razón a alguien! Y no a cualquier persona, si no a él precisamente… ¡Ah sí que lo odiaba!
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            Alex la miró con la arrogancia que lo caracterizaba, por supuesto que él tenía una idea mucho mejor de lo que ella podría llegar a maquinar.
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— Tonta. — Pensó con prepotencia sin dejar de mirarla arrogantemente. Amaba sentirse superior, claro, sin decir una palabra. Le gustaba en sobremanera que el que estuviese frente a él se sintiese como una pequeña oruga en una gran pradera.
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            Danielle se estaba empezando a impacientar ¿¡Qué tanto pensaba y por qué la miraba como si fuese una rata de alcantarilla!? ¿Sería que no tenía ninguna idea? No, imposible… ¿O sí? Hizo una mueca de fastidio mientras golpeteaba su bota blanca contra el piso y afianzaba sus brazos cruzados sobre su pecho. Alex la observaba aún con esa mirada que no le acababa de gustar ¡Ja! ¿Creía que ella se sentía como una hormiga frente a él? Pues estaba bien equivocado si creía eso, lo menos que ella se sentía era inferior a un egocéntrico sin juicio ni beneficio.
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— ¿El gato te ha comido tu larga lengua? — Interrogó con una impaciencia que ya le estaba empezando a carcomer los sesos. ¡Ah! Se había olvidado de que también le incomodaban esos silencios largos en los cuales nadie tenía algo que decir ¡La desesperaban!
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— Fácil. Finjamos que nos llevamos bien en público. — Mencionó luego de algunos segundos encogiéndose de hombros como si lo que estuviese diciendo fuera lo más obvio que podría ver en el mundo. Pero no todos entendían su punto. Danielle era uno de esos tantos.
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— A ver, ¿qué que se supone que ganamos con eso? — Cuestionó confundida bajando as manos hacia sus caderas. En realidad no entendía ni pío de lo que él estaba proponiendo. Entrecerró los ojos y apretó la mandíbula al ver que el moreno había virado los ojos con aparente cansancio. ¡Aish! Seguro que se estaba cansando de ella pero… ¿¡Creía que todos entendían su punto!? ¡Diablos!
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— Mira, es fácil — empezó a decir mientras se colocaba la mano derecha alrededor de sus ojos —, en la nota, tu hermana dice que nosotros no nos llevamos nada bien y por eso “huyó” junto a mi hermano. — Recordó apartando la mano de su vista para mirar directamente hacia los ojos verdes de Danielle que asintió con efusividad —. Bien, nosotros saldremos, averiguaremos dónde están y luego hacemos como si todo estuviese bien entre nosotros para que ellos vean ¿Entendido? — Terminó por cuestionar mientras acercaba levemente su rostro al de una pensativa chica de cabello rosa exótico.
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            La joven de ojos verdes levantó la cara al instante y asintió con felicidad de poder tener ya un plan para encontrar a su hermana sana y salva sin sufrir algún daño, claro, si ese hermanito de la escoria no le había hecho algo ya.
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— ¡Bien! — Exclamó fuertemente alzando el mentón a la vez que Alex se masajeaba las sienes a causa de los chillidos de su vecina.
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            Ella era excesivamente escandalosa, pero ahora que la había tenido más de cinco minutos cerca podría jurar que el apodo de “excesivamente escandalosa” le quedaba muy pequeño a su efusividad mal contenida.
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— Perfecto. Ahora déjame bañarme y relajarme un poco, la tensión que cargo a causa de tus chillidos y este asunto me tienen los vellos de punta. — Dijo sin más en tono llano cerrando los ojos para evitar “contaminarse” la vista con la imagen de esa pecosa abriendo mortalmente la boca.
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            Y efectivamente, Danielle abrió tanto la boca que su mandíbula estuvo a dos pasos de desencajarse. Cerró los ojos ofendida cuando se cruzó de brazos y alzó mucho más la cabeza sin percatarse de que Alex la escaneaba instintivamente con la mirada. Sabía que no debía provocarla por ser tan llorona pero… definitivamente quería hacerla rabiar por tanto fastidio que le estaba causando.
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— Báñate rápido — Fue lo único que le dijo la chica sin atreverse a dejar su posición.
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            El moreno de coleta siguió escaneando su cara.
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— Bien, pero sería perfecto si te pudieses quitar esas pecas, no te quedan. — Avisó con arrogancia con la clara intensión de ofenderla. Vio su cometido cumplido cuando ella abrió sus enormes ojos claros de repente y casi lo calcinó con la mirada. Abrió de nuevo la puerta y la cerró lentamente, como si no hubiese pasado nada en absoluto segundos antes.
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            Danielle seguía colérica… ¡Ah! ¿¡Quién se creía para decirle algo así eh!? ¡Malditos los Sabaraín y sus descendientes! ¡Maldito engreído prepotente!
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            Pataleó y se despeinó el cabello exótico mientras miraba fijamente hacia la puerta de enfrente… ¡Quería romper esa puerta y estrangular a su habitante con una mano!
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— ¡A ver si tú te quitas esa faceta de perfección fallida! ¡Te hace ver terriblemente amargado y aburrido! — Gritó con furia mientras se dirigía a zancadas hacia su departamento para luego cerrar en un sonoro portazo que hizo eco en todo el pasillo.
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            Definitivamente ellos no se llevaban bien, cada vez que se veían acababan peleando por cualquier tontería.
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            Claramente se podía ver que iba a ser sumamente difícil que ellos dos pretendieran llevarse bien como si no hubiese pasado nada.
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            Decisivamente esa tarde había sido de infierno entre ellos.
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            Dos polos totalmente opuestos. ¡Qué desgracia la de ellos!
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Capítulo 1: ¿Cómo empezó todo?


Capítulo 1
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¿Cómo empezó todo?
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            Esa mañana en la ciudad de Asturias* era bastante fría por la temporada invernal, nadie quería salir de su casa, preferían seguir durmiendo entre las calientes sábanas y el cálido aire que le proporcionaba la calefacción discretamente ubicada en un pequeño espacio del cuarto. La neblina se había apoderado de casi todo el territorio y la nieve estaba empezando a caer poco a poco sobre los capotes descubiertos de los autos aparcados frente a las distintas residencias que ocupaban la vereda. Los pájaros habían emprendido el vuelo desde los adornos de las ventanas hasta los nidos que estaban hechos en los árboles y los pocos transeúntes que paseaban por el sendero ya pronto estarían en un momento de paz dentro de sus hogares.
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            Se podría decir que todo estaba normalmente tranquilo. Como casi siempre.
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            Menos en la casa ubicada al principio de la senda derecha.
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— ¡Sí! ¿Me dejas mudarme contigo? — Proclamaba con entusiasmo una chica rubia de ojos de un color impresionantemente azul.
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            Esta era Julieta Márquez, la hermana menor de Danielle Montenegro y la preferida de mamá. La rubia llevaba consigo una chaqueta gruesa de color negro con un jean desgastado bastante pegado, su cuello estaba levemente cubierto por una frazada blanca con matices grises y llevaba unas botas negras y largas hasta la mitad de la pantorrilla con tacón puntiagudo.
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            Danielle suspiró al ver la cara de cachorro mojado que ponía su platinada hermana para que la dejase ir con ella “hasta el fin del mundo” pero definitivamente no lo haría. Ella se sabía esos chantajes emocionales claramente clasificados. Julieta era una manipuladora de primera con una autoestima que traspasaba la capa de ozono y una humildad a punto de rozar el núcleo de la tierra. “Arrogancia hasta los topes”  solía decirle ella cada vez que Julieta se pasaba de la raya en algunos asuntos importantes; la mayoría de estos tenían que ver con chicos colados y ciegos que no sabían escoger una buena novia en todos los sentidos. Su hermana era hasta cierto punto tranquila y fácil de aceptar, pero una vez que la conoces a fondo es como una migraña, tan fastidiosa y concurrente que hace que quieras pegarte la cabeza contra una mesa a ver si eso duele más.
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            Pero con todo y sus defectos, Danielle amaba a su hermana pequeña. Estaba segura que era una de las pocas que en cierta forma admiraban su carácter abrasador.
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— Definitivamente no voy a dejar que te vengas conmigo. Eres una migraña — Le recordó torciendo la boca antes de quitarse el suéter tejido en croché de color azul claro —. Además, mamá no te dejaría ni aunque tú escalaras la muralla china con ella a cuestas — Recordó mientras movía el dedo de un lado a otro con la clara indicación de que “primero muerta” antes de llevarla consigo.
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            Julieta bufó y luego hizo un puchero. Aunque quería a Danielle, odiaba las veces en que ella no la dejaba hacer algo que quería, argumentando que era puro capricho. Pero es que así era ella.
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            Danielle Montenegro tenía muy en claro la frase de “haz el bien y no mires a quién” antes de su propia felicidad, y, ciertamente eso era lo que pensaba en esos momentos; pensaba que a su hermana no le vendría bien vivir con ella en un apartamento. La chica de cabellera entre castaña y pelirroja solía seguir al pie de la letra los valores y conceptos que le habían enseñado, aunque a veces los rompiese. Todo por su explosivo comportamiento y su torpeza hasta decir basta. Julieta clasificaba a su consanguínea como “una mujer sin remedio”, y es que Danielle era terriblemente escandalosa y prejuiciosa con asuntos que hoy en día eran bastante comunes. Danielle odiaba cuando Julieta traía un novio a casa. Danielle odiaba que se besara con ese chico frente a la puerta. Y perfectamente odiaba escuchar cosas extrañas en la casa a altas horas de la madrugada. Ella era definitivamente un ser humano con tabúes bien marcados.
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            Esa era la razón por la cual su hermana quería vivir con ella. Julieta estaba segura de que a pesar de ser la hermana menor y la consentida de papá y mamá, ella sabía mucho más del mundo. Estaba segura de aquello.
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— ¡Si me dejas ir a vivir contigo dejaré de atormentarte por un mes! — Le prometió la rubia platinada mientras juntaba sus manos frente a su cabeza y hacia una exagerada reverencia.
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            Sospechaba que eso serviría.
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            Danielle la contempló haciendo una graciosa trompa con la boca. Estaba meditando la posibilidad de dejarla vivir con ella a cambio de un mes libre de problemas. Sonaba tentador… terriblemente tentador.
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            Miró a su hermana con una gran sonrisa inocente. Julieta sonrió de oreja a oreja.
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            Uno de los defectos de Danielle es que era muy, muy ingenua.
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— Reconsiderando tu propuesta, entonces puedes decirle a mamá que te vienes a vivir conmigo — Dijo asintiendo fervientemente con la cabeza.
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            Si dejarla vivir con ella significaba un mes libre de problemas garantizado entonces lo haría. Estaba hecho. Sin darse cuenta, Julieta se le había lanzado encima con los dos brazos apretados a su cuello como si fuese una cuerda a punto de asfixiarla. Danielle jadeó y le apartó los brazos con el ceño fruncido y los dientes apretados. Se acomodó su jean negro y se colocó las zapatillas azules que minutos antes habían estado dentro de la zapatera.
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— ¡Eres una hermana genial! ¿Lo sabías? — Le perjuró la rubia con los ojos brillantes y las manos colocadas en sus propias mejillas para luego salir como un torbellino hacia quien sabe dónde.
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            La de cabello cobrizo, ahora rosado, se masajeó las sienes y tensó la mandíbula. Algo contradictorio, se supone que quería relajarse pero se estaba tensando aún más.
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            Comprobado. Julieta era una migraña, pero no una migraña cualquiera.
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            En toda su vida ella no había podido vivir su vida, simple y sencillo. “Danielle para acá” “Danielle haz esto” “Danielle ve a tal parte” y “Danielle… ¿Por qué eres así?”. Eso y otros temas que incluyeran “Danielle” eran los favoritos para la crítica sin remedio de su madre, a veces se sentía odiada y repudiada, se sentía como la oveja negra; cosa que obviamente ni en sus peores pesadillas era. En la primaria fue retraída y tímida, jamás tuvo un verdadero amigo al cuál confiarle sus peores problemas y sus graves conflictos. En la secundaria fue un poco más abierta, pero aquellos niños mimados que tenía por compañeros de clase solo se juntaban con futuros empresarios y/o futuros dueños de grandes compañías influyentes en todo el mundo, cosa que ella vio muy mal, pues solo era la hija de una estrella de cine y un compositor del cual ya ni recordaba la cara.
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            ¿Consecuencia de todo eso?
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            Su injustificado odio hacia el mundo entero y su carácter estrictamente explosivo que le ponía los pelos de punta a cualquiera. Trataba de controlarse, en serio que lo intentaba, pero ¡Ah! ¡Era tan difícil! ¿Habría alguna cosa en la tierra que le dijese la verdad y no fuese hipócrita? A veces ella necesitaba saber sus verdades aunque estas fuesen las peores del mundo, pero nadie era sincero. Ni su propia madre. Ahora que estaba en la universidad, quería saborear la libertad de vivir sin opresión bajo el yugo de su madre diciéndole cada dos por tres “¡Danielle no hagas esto, no hagas aquello, eso se ve mal!”, porque para los ojos de su progenitora ella era la imperfecta, Julieta la perfecta. Ella era la descarriada cuando en realidad nadie entendía sus razones… ¿Por qué juzgaban si no sabían ni la mitad de lo que ella se había aguantado? ¿A caso todos creían que era así por puro gusto? ¡Al diablo!
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— Danielle. — Escuchó lejanamente, ya sabía quién era.
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            Daniela Márquez estaba de pie justamente en el marco de la puerta. Su largo cabello rubio platinado se encontraba recogido en una coleta baja dejando ver el largo perfecto de su melena, le llegaba justamente por la cadera. Su ceño se encontraba levemente fruncido y a los lados de sus ojos grises se podían apreciar ciertas arrugas casi inexistentes.
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            Viéndola de esa forma, Danielle concluyó que lo único que tenía en común con su madre era la nariz perfilada y la delgadez de sus labios. Nada más. El color de cabello, de ojos y hasta las pecas traviesas que viajaban por el puente de su nariz hasta sus pómulos los había heredado de su padre; su abuela solía afirmar que Danielle era una versión en mujer de Dante, pues eran tan parecidos que parecían mellizos; aunque notablemente su padre se veía mucho mayor que ella.
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— ¿Dime? — Interrogó sin siquiera dirigirle la mirada, quería concentrarse expresamente en ordenar sus cosas en la maleta, seguramente su madre venía con otro sermón que no estaba dispuesta a escuchar.
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            Daniela suspiró con cansancio y se acercó con cautela a ella. La miró detenidamente por algunos segundos y torció la boca como solía hacer casi toda su familia, por suerte Danielle por lo menos había heredado ese gesto. Se agachó junto a ella y puso una de sus manos sobre las de su hija mayor. La chica de ojos verdes se sobresaltó y paró en seco lo que estaba haciendo.
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— ¿Por qué Julieta quiere irse a vivir contigo? — Cuestionó frunciendo el ceño y con tono serio. La chica de cabellos exóticos ya se sabía el cuento de aquello.
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            Giró su verde mirada hacia su madre y levantó las cejas.
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— Si vienes a reclamarme porque Julie quiere vivir conmigo entonces ahórrate los comentarios, le dije que tu no la dejarías y creo que estoy en lo correcto — Contestó reanudando su acción con tosquedad. Si había algo que ella odiaba era que su madre solo se preocupase por ella misma y Julieta.
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            Y a Danielle… ¡A Danielle que se la coman los tiburones y se la lleve el diablo! ¡No hace falta!
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            Sintió un nudo alojarse en su garganta y trató de aspirar un poco de aire para evitar empezar a soltar lágrimas, pero de todo modos no era muy buena ocultando las cosas. Era tan torpe en ese sentido…
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— No te odio. — Argumentó la rubia de repente —. No te estoy pidiendo que te vayas — prosiguió —, se que quieres tu independencia ahora que eres universitaria y yo no tengo ni voz ni voto en eso. — Aceptó mirando hacia un punto en la nada.
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            Danielle volteó a verla con los ojos húmedos de tanto aguantar lágrimas. Apretó los dientes y cerró los ojos en clara señal de rigidez. No iba a llorar con su madre al frente. ¿Le iba a pedir que se quedase? Tal vez. Una luz de esperanza en el corazón de Danielle se encendió inmediatamente.
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— Pero… ¿Por qué quieres llevarte a Julieta contigo? — Le soltó en tono de reclamo y alzando un poco la voz.
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            La chica volteó a mirarla con un poco de furia contenida. La luz se extinguió. No era por ella, su hija mayor. Era por Julieta… la inalcanzable Julieta. Metió la ropa a la maleta con más ira de la que pudiese controlar. No iba a llorar, no allí, no en ese instante.
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— Si eso era todo, entonces solo tienes que hablar con ella y exponerle tu opinión al respecto, yo me he cansado de decirle que no la dejarás vivir conmigo — Expresó tratando de ocultar las emociones que la embargaban. En ese preciso momento se sentía como un pequeño grano de arroz en una paca gigante. Abandonada al intemperie.
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— Seguro, mi deber es convencerla. — Dijo Daniela más para sí misma que para Danielle —. Espero que se saque esa idea loca de la cabeza, aunque es tan persistente que no lo creo, además… una hija debe estar cerca de su madre. — Expresó con una sonrisita soñadora que a su hija le causó dolor.
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            La chica de ojos verdes quería irse de allí cuanto antes. Vio como su madre caminaba rápidamente hacia la puerta sin voltear atrás siquiera una vez.
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— Madre — masculló la joven con voz un poco estrangulada —, cierra la puerta al salir — Terminó por decir antes de que la rubia de ojos grises se fuera y cerrara la portezuela tan rápido como había llegado.
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            Danielle empezó a hipar sin poder controlar ya sus lágrimas. Ella era fuerte, pero no tanto. Por lo menos se había aguantado hasta ver salir a su madre… pero estaba triste y deprimida ahora.
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— ¿Simplemente… no puedes… pedirme que… me quede? — Rogó al aire entre sollozos cortos. Dejó la ropa faltante dentro de la maleta y se puso las manos en la cara reprimiendo sus jadeos y tratando de ocultar sus lágrimas.
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            ¿Su madre no podía pedirle que se quedara solo una vez?
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            Julieta. Julieta. Julieta… No le tenía rabia a su hermana porque su madre no le hacía caso, eso sería terriblemente injustificado, Julieta no tenía la culpa. Eso ella lo sabía.
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            Pero… ¿A caso su madre en verdad no la quería cerca? “Una hija debe estar siempre cerca de su madre” ¿A caso no era ella su hija también? ¿Una chica que apenas iba a empezar a vivir sola?
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            Y allí Danielle lo comprendió. Su madre no la odiaba, pero tampoco la quería. Sus constantes reclamos, su interminable cantaleta de perfección; eso era solo una parte.
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            Daniela Márquez no la odiaba porque la quisiese. No la odiaba porque era sangre de su sangre y carne de su carne. Pero nunca la había visto como un objetivo cariñoso, siquiera sabía si en realidad su progenitora había sentido algo por ella.
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            No la odiaba porque era su hija, su familia. Nada más. Y eso, le partía el corazón.
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            En la ciudad de Santos* el sol era implacable. Un perfecto día para ir a la playa por la tarde y broncearse hasta decir “¡Joder tío, parezco langosta rostizada!”, y precisamente, eso era lo que Alejandro y Alex Sabaraín hacían.
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            Alex hubiera preferido quedarse en casa leyendo un libro de filosofía o psicología, pero su hermano menor le había insistido tanto que tuvo que decirle un “O te callas o te meto el bóxer sucio en la boca”… ¡Santo remedio! Alejandro se había callado al instante con una notoria mueca de asco, pero eso no había durado el tiempo suficiente para librarse de su hermano. Nada duraba el tiempo suficiente.
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            Eso sí, se asustó mortalmente cuando Alejandro mostró una sonrisa ladina, eso era el inicio del apocalipsis… Vale, tal vez estaba exagerando, pero cada vez que su hermano mostraba esa sonrisa no muy digna de confianza es que se avecinaba una tormenta; y ciertamente, así fue.
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            “¡Mamá! ¡Alex tiene novia!” Había exclamado el pelinegro de ojos pardos a todo pulmón mientras corría por toda la casa para salvarse del cabreo intenso de su hermano.
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            A Alejandro le gustaba jugar sucio. Muy sucio. Y eso Alex lo sabía muy bien, por eso no hizo más que resignarse.
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            “¿Es bonita y alta? ¿Es pequeña y delgada? ¿Es pelirroja o de cabello castaño?
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            Esa y otras preguntas formaban parte del repertorio de la madre cuando un Alex muy cabreado con su estúpido hermano menor, pero aparentemente tranquilo, preparaba todo lo necesario para ir a la playa a base de chantajes. Ese chico había logrado sacarlo de la casa… ¡Tenía que salir de allí antes de que su madre se pusiera un disfraz para perseguirlo y ver con quien estaba!
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            ¡Y Alejandro se reía a carcajadas! ¡Ah! Como le encantaba ver a su hermano mayor molesto y aparentar no estarlo. ¡Era todo un espectáculo digno de ver!
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            “Alex…” Lo llamó cuando manejaba en camino hacia la playa.
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            “Estoy cabreado” Fue lo único que dijo en un tono terroríficamente frío. Esa era una manera bastante sutil de decir “¡Vete al diablo sabandija!” aunque cierta persona sabía que solo estaba intentando contenerse, como siempre. Era muy difícil saber a veces lo que Alex pensaba realmente.
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            Alex era un enigma bastante difícil de descifrar. Tan serio que era difícil entablar alguna conversación realmente importante con él. Pocas veces sabías lo que en realidad estaba pensando, y sin embargo, el ochenta por ciento de lo que creías era errado. Alex era pacífico, por lo menos hasta cierto punto, si le dabas tu confianza sería capaz de hacer cualquier cosa por ti, y, aunque a veces actuaba de forma diferente a lo que se estimaba, él verdaderamente tenía razones ocultas bien inculcadas para hacer lo que hacía. Solía ser arrogante con todo el mundo.
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            Y eso era su más grave defecto, su arrogancia a mil. Claro, y no olvidemos el factor sorpresa… ¡Obsesivo con el orden! Era tan metódico que a veces Alejandro se llegaba a fastidiar de la monotonía de su cuarto, mientras que el suyo era todo un desastre digno para perderse como en una selva.
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— ¿Qué tal chica? ¿Todo bien? El sol está candente… ¿Verdad? — Cuestionó el levemente ejercitado Alejandro en un tono sugestivo a la chica que lo acompañaba. Ésta se sonrojó hasta la raíz del cabello y se mordió el labio inferior.
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            Alex bufó mentalmente y rodó los ojos, aunque esto no quedó al descubierto gracias a sus lentes de sol. Estaba acostado en la silla reclinable de color blanco con las patas plenamente hundidas en la tierra para su entera comodidad. Llevaba una bermuda playera de color negro y buscaba insistentemente algo interesante que ver en el agua salada o en la arena a la vez que muchas chicas apreciaban embobadas sus músculos abdominales.
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            La chica que estaba a su lado, que suponía que era amiga de la que estaba con su hermano, lo miró de reojo y viró sus ojos hacia otro lado creyendo que él no se daría cuenta de lo que había hecho. Pero él era muy perceptivo, todo lo contrario a Alejandro, que era más despistado que un personaje de anime. Resopló por lo bajo.
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            ¿A caso le había pedido a esa chica que le hiciera relaciones sociales? ¿Es que a caso ella se creía dama de compañía?
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— Lo sentimos mucho querido Alejandro, pero mi amiga y yo nos vamos — Avisó con un tono bastante molesto mientras agarraba a la otra chica de la muñeca y la levantaba de las piernas del moreno menor. Éste torció la boca y se despidió de muy buena manera para luego verlas marchar mientras meneaban las caderas luciendo sus trajes de baño de dos piezas. Casi se babeó ante la escena. A sus escasos diecisiete años Alejandro era demasiado pervertido.
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            Alex volvió a bufar aún más fuerte y se quitó los lentes, se amarró el largo cabello negro y se sentó en la silla. Su hermano menor lo fulminó con su mirada marrón obscuro, él simplemente lo vio a través de sus ojos negros.
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— ¡Joder, joder y re triple joder! — Se quejó apianando los puños en su bermuda azul claro mientras se levantaba para luego agitarse con una mano su corto cabello oscuro. Miró a su hermano una vez más con un mohín infantil desde la perspectiva del mayor —, te busco una chica para que hables con ella y te des otra oportunidad en esta vida ¡Y tú me sales con esto! ¡Joder, joder, joder! — Volvió a decir como una especie de tic nervioso.
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            Alex chasqueó la lengua y lo miró desde abajo, ya que él aún seguía sentado. Su hermano solía ser jodidamente fastidioso con ese asunto. Si, también se le había pegado la palabrita mal sonante.
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— ¿Cuántas veces has visto a esa chica que estaba sentada en tus piernas? — Le interrogó perspicazmente entrelazando sus dedos y afincando los codos en sus piernas respectivamente.
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            Alejandro apretó su puño derecho y se sonrojó un poco. Sí, aunque no lo crean, el jovencito era un pervertido “educado” en el buen sentido, Alex sabía que su hermano seguía siendo un niño a pesar de sus conquistas múltiples.
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— ¿Ya has conseguido apartamento en la ciudad de la que me hablaste donde hace mucho frío en esta temporada y no hay playas? — Interrogó tratando de cambiar el tema. Se dio un sentón y tomó los lentes de su hermano desde la mesita plástica para ponérselos él.
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            El de mechones largos de color azabache sonrió de medio lado sin darse cuenta de que su gesto sexy le sacó un suspiro a más de una visitante de las olas. ¡Oh! Le encantaba tener control sobre su hermano… ¡Sabía a gloria! Después de todo eso era justo, Alejandro solía atormentarle la existencia, aunque fuera de eso, él realmente quería a su hermano.
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— Sí. — Le alivianó la tortura a su hermano —. Solo tengo que buscar los papeles a la universidad para poder irme. Nuestro tío realmente necesita una ayuda temporal con la empresa. — Caviló rápidamente en tono llano dejando de lado el tema anterior.
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— ¿Podré quedarme contigo los primeros dos meses? Ya sabes, tengo tres meses de vacaciones… así también me sirve para acongojarte la paciencia — Demandó el de ojos pardos en tono amistoso, brindándole una pequeña sonrisa a su consanguíneo. Alex le devolvió el gesto mientras se levantaba un poco y le alborotaba los cabellos, sabía que eso avergonzaría al “señor conquista” pero es que le gustaba hacer eso. Le recordaba a los tiempos en los cuáles Alejandro era aún un bebé… Su hermano, solamente los separaban cinco años y medio… Ahora era todo un hombre, hasta creía que podría llegar a ser más alto que él, la altura era de familia.
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— Claro enano…— Le respondió en tono divertido al ver el mohín que puso su pariente —, solo procura no enamorar a muchas y luego dejarles el corazón partido — Señaló seriamente mientras lo apuntaba con el dedo. Se volvió a sentar en su sitio.
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— ¡Hecho! — Exclamó feliz de la vida mientras se levantaba — Y ahora mejor vámonos, pienso que estoy demasiado bronceado ya. — Argumentó observando su piel levemente morena.
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            El mayor de los hermanos asintió y ayudó a recoger todo lo que habían traído para devolverlo a la camioneta que a más de uno dejaba con la boca abierta.
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            Seguramente su estadía en la nueva ciudad sería interesante… muy interesante.
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— ¡¡Danielle!! ¡Tienes que ver a estos adonis a las doce en punto! — Exclamó una extasiada Julieta mirando por la ventana mientras sostenía una parte de la cortina blanca en su mano derecha para ver mejor a los nuevos vecinos.
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            Danielle y Julieta ya tenían una semana allí, los nuevos vecinos (por lo que tenía entendido Julieta) eran dos hermanos que se habían mudado hace dos días, uno de diecisiete y otro de veintitrés años recién cumplidos… ¡Oh si! Julieta tenía como una especie de formulario para los nuevos, y a partir de allí se podía saber hasta “la vida del perro”.
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            La mayor miró a su rubia hermana y suspiró resignada. Un chico con cara bonita era una presa segura de Julieta… ¡Ah Julieta! Si ella no era romántica… ¿Por qué su madre le había puesto precisamente ese nombre? No es que la identificara mucho después de todo. Es más, su hermana era la antítesis de la bien recordada y legendaria “Juliette” que vivió y murió por su amor y eso causó que…
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            ¡Oh vamos! Definitivamente no pensaba recordar historias románticas famosas y bien escritas para distraerse, necesitaba buscar algo en lo cual trabajar mientras para no depender tanto de Daniela ahora que vivía sola. Contempló con el ceño fruncido el momento en el cual la chica de ojos azules salió como un tornado por la puerta y bajaba las escaleras de caracol con toda la prisa del mundo. Bufó y la siguió tranquilamente, seguramente se iría a auto presentar a los vecinos que según su criterio estaban más buenos que el pan. Bueno, tal vez Julieta estaba exagerando con eso de adonis. En fin, ella no podía opinar mucho, no había visto a ninguno de los dos. Bajó las escaleras de manera lenta y en uno de los escalones le dieron unas ganas inmensas de lanzar un bostezo, así que lo hizo mientras cerraba sus párpados. Lo que no previno es que cierto chico venía subiendo por las escaleras… inevitablemente chocaron.
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            El pelinegro de cabello largo, más o menos hasta los hombros, maldijo mentalmente y tensó la mandíbula cuando se cayeron algunos trofeos de la caja. Danielle no pudo más que maldecirse a sí misma en voz alta.
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            ¡Ah! ¿Por qué dios la había hecho tan torpe?
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            Miró al chico y se trató de disculpar con toda la disposición del mundo. Éste la miró sin expresión aparente.
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— No te disculpes. Gente torpe y atravesada se ve todos los días. — Fue lo único que dijo antes de agarrar los trofeos y devolverlos a la caja dejando a una Danielle con la mandíbula desencajada. — ¿No te apartarás? Mira que no tengo mucho tiempo que perder — Continuó imperturbable y sin mirarla directamente a la cara.
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            ¿¡Cómo se atrevía a decirle aquello!? ¿¡Qué a caso no tenía vergüenza!? ¡Ja! ¡Ya sabría quién era Danielle Montenegro!
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            En ese momento, Julieta y Alejandro atravesaron las puertas de vidrio ahumado y entraron a la estancia cálida conversando alegremente. Notaron la tensión en el ambiente. Los dos menores fruncieron el ceño.
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— Se pide permiso ¿Sabías? — Inquirió la chica de cabellos exóticos entre dientes —, claro, si es que tienes educación y amabilidad. — Retó mientras torcía los labios de un lado a otro.
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            Alex la observó directamente a los ojos. Verde claro contra negro azabache. Soltó una sonrisa que desbordaba pura arrogancia.
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— Lo siento, no me tomo en serio a las chicas de cabello rosa — Argumentó con desdén mientras pasaba por el lado de una muy cabreada Danielle.
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— ¡Ah! ¡Eres una escoria! — Lo señaló escandalosamente mientras enseñaba los dientes. El moreno ni se inmutó.
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            Julieta y Alejandro suspiraron.
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            En vez de haber sido amor a primera vista, había sido todo lo contrario.
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            Había sido Antipatía a primera vista, y quizá a segunda vista también.
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            ¡Ah! La vida era un dilema de nunca acabar.
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*Ciudades ficticias