viernes, 28 de octubre de 2011

Capítulo 4: El que no estorba...

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Capítulo 4
El que no estorba…
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            Sobre uno de los tantos bancos grises que adornaban el limpio y abarrotado parque, se encontraban dos personas: una de ellas sumamente tensa a causa del control que estaba ejerciendo sobre su ira muy bien contenida y la otra con ganas de ahogarse en un vaso de agua, o en el mejor de los casos, que se la tragara la tierra.
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            Alex y Danielle no pensaron jamás verse en esa situación tan extraña.
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            La joven de hebras rosadas estaba bastante sonrojada, no precisamente de vergüenza por la cercanía que tenía con el moreno, sino más bien por los comentarios “melosos” que escuchaba salir de la boca de algunas personas mayores que se paseaban tranquilamente.
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            El pelinegro no estaba mejor. Es más, estaba peor.
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            El joven a estas alturas, ya apretaba fuertemente la mandíbula y se tronaba los dedos de las manos de vez en cuando para evitar dejar salir algún quejido a causa del moretón que tenía en la mejilla. La chica de ojos verdosos trataba de no lastimarlo mucho al pasar la crema fría por su herida, pero ciertamente, ella no era demasiado delicada. Era bastante brusca por precisamente tratarse de él.
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— ¡Oh mira! — Escuchó el de ojos negros chillar a una chiquilla de no más de trece años —, ¡es impresionantemente lindo! — Siguió meneándose de aquí para allá, aún cuando Alex tenía un molesto tic en la ceja derecha.
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            Eso era más de lo que él podía soportar. Mucho más. ¿Es que a caso nadie veía sus defectos? ¡Ah no! Por supuesto que no, observar sus fallas no estaba en los planes de toda mujer que lo veía, para ellas solamente era una cara bonita y un miembro andante que cualquier mujer querría tener en la cama. Sí, él estaba consciente de ello.
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— ¿Ella está haciendo el cosplay* de Sakura*? — Preguntó la amiga de la chica con los ojos un poco entrecerrados mientras veía directamente hacia Danielle. El moreno se extrañó.
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            ¿Quién carajos era Sakura? ¿Qué pepinos era cosplay? Si eso no lo conocía, entonces seguramente eran palabras utilizadas por las tribus urbanas que invadían el planeta, había tantas que todos se confundían, hasta él.
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— ¡Qué lindos! ¡Dos novios haciendo de Itachi* y Sakura! ¡Kawai*! — Se emocionaron las dos mientras daban saltitos de alegría exagerada.
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            El hombre contuvo el deseo de mirarlas como si fueran seres venidos de otro planeta desconocido, a cambio, vio de reojo como Danielle seguía masajeando de mala manera su herida. Si iba a seguir de esa manera, entonces lo iba a hacer el mismo sin importarle si Julieta o Alejandro estaban viendo la escena, total, sólo le había propuesto que “fingiera” estarle curando la herida del moretón con mucho amor; pero tenía la certeza de que ella no conocía mucho ese concepto, es más, estaba haciendo todo lo contrario, acción que demostraba lo torpe que podría llegar a ser en un futuro no muy lejano. Giró la cabeza de manera rápida hacia la chica pecosa y su coleta negra se agitó; sus recién adquiridas admiradoras lanzaron un chirrido demasiado grave para sus oídos ¡Por los santos! ¡Eso era contaminación sónica! Era mucho mejor que gritaran en silencio, claro, si es que eso se podía.
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            La de melena rosa por su parte, no sabía si también pegarle un puñetazo y machacarle la otra mejilla o simplemente seguir de brusca como en ese momento… ¡Que no se quejara! ¡Todo había sido su culpa! Si él no la hubiese llamado entonces ella no hubiera escuchado el insulto y él no estaría ahora sufriendo el dolor de su moretón ¡Porque ella sabía que Alex estaba sufriendo! Podría tener cara de amargado como si se hubiese chupado un limón pero realmente le dolía, estaba segura de eso. Se asustó en sobremanera cuando el giró la cabeza y la miró de tal forma que pensó que en verdad iba a matarla, y, aunque odiaba admitirlo, él le daba ahora mucho miedo cada vez que la observaba de esa manera; bajó un poco la mano en donde tenía untada la crema y lo miró con un poco de molestia mal fingida, Alex sabía perfectamente que le había agarrado cierto temor en ese momento, ella no sabía disimular mucho que digamos.
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— ¿Quiénes son Itachi y Sakura? — Le preguntó en un siseo que se asemejó mucho al de una serpiente a punto de acercarse a su presa.
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            Danielle contuvo la respiración por menos de dos segundos y siguió aparentando de mala manera que no le afectaba que él le hablara de esa manera… ¿Pero qué carajos? ¿Desde cuándo ella era tan miedosa?
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— En realidad, no tengo ni la más remota idea de lo que me hablas. — Aseguró con tal sinceridad que casi se le hizo extraña, aunque todo era cierto, en su vida había escuchado tales nombres, ni siquiera parecían ser del país.
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            Contempló con los ojos bien abiertos como el moreno fruncía levemente el ceño y entrecerraba los ojos… ¿Tendría alguna duda histórica? Lo había visto poner esa expresión, pero nunca sabía que era lo que significaba en realidad. Pegó un respingo cuando el malhumorado chico le arrebató con brusquedad el tubo de crema ¿¡Qué machacados tenía!?
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— Ni sé para qué te pregunto — argumentó con un tono bastante objetivo —, tú nunca sabes nada. — Concluyó mientras se untaba un poco más de crema sobre la mejilla sin percatarse del aura explosiva que desprendía del cuerpo de Danielle.
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            La joven no podía creerlo. Le había hasta gritado al tipo ese que le había dado el golpe, había aceptado de buena manera untarle crema en el moretón para que el plan de que Julieta la viera siendo amable con él se pusiera en marcha y hasta había evitado pegarle otro puñetazo porque él llevaba cara de cómo si se hubiese tragado una piedra ¿¡Y ahora le salía con esto!? ¿Ni un mísero “gracias” de los infiernos? ¡¡Ella era infantil pero él lo estaba siendo aún más!! ¿¡Cómo se atrevía!?
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            Alex se asombró un poco cuando la chica de ojos verdes se levantó de la nada y lo miró como si quisiese mandarlo fuera del planeta, pataleó un poco y lo señaló con rudeza.
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— ¡¡Tú!! — Gritó con ira en el momento en el cual algunas personas voltearon a mirarlos interesados en el tema. Esta gente chismosa. — ¿¡Te atreves a gritarme luego de que hice todo lo que hice!?— Le interrogó con fuerza mientras recalcaba la palabra.
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            El pelinegro la miró con una expresión aparentemente inmutable, aunque por dentro se sentía un poco infantil ¡Sólo un poco! Nada grave. Observó un poco más las facciones de su explosiva vecina e inconscientemente se masajeó las sienes mientras cerraba los ojos. Ella era tan patéticamente molesta como una mosca. Danielle al ver tal gesto, creyó que estaba a punto de expulsar lava por la boca y humo negro por las orejas ¿¡Cómo carajos se atrevía a masajearse las sienes tan descaradamente frente a ella!? ¿¡Se creía el tipo de hombre perfecto!? Pues ella lo iba a bajar de su nube en cuanto tuviera la más mínima oportunidad, él no podía ir por la vida creyéndose más que los demás cuando solo era una hormiguita del montón al igual que ella.
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— No grites — le dijo Alex con tono de orden manteniendo los ojos cerrados para no ver la expresión sumamente furiosa de la chica de cabellos exóticos —, recuerda que se supone que estamos aquí para buscar a nuestros hermanos y que ellos nos vean tratándonos bien. — Recalcó al abrir los ojos y girar levemente la cabeza hacia los lados y tratar de captar alguna mirada indiscreta, pero, no encontró nada. Suspiró para sus adentros.
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            Por su parte, la joven de ojos verdes y pecas castañas jadeaba sin disimulo a causa de  la tamaña indignación que sentía en ese preciso instante… ¿Se atrevía a decirle que no le gritara cuándo él mismo había empezado todo el asunto? ¿Y en verdad creía que ella se quedaría tranquila toda su vida si él la mandaba a que dejara de gritar? ¡Pues estaba muy equivocado y loco! Ella no era ni de lejos una de esas admiradoras secretas que se la pasaban babeando como reverendas estúpidas cada vez que él recogía su cabello o se lo soltaba, cuando fruncía levemente el ceño y se veía sumamente guapo o cuando se vestía formalmente y se veía realmente lindo… ¡Demonios! Pasar tanto tiempo al lado de él la estaba afectando, ella era demasiado débil frente a algo agraciado. Bueno, él podía ser muy bonito pero definitivamente todo eso solamente era por fuera, porque por dentro era tan irreparablemente espantoso que seguramente hasta su propia madre debía de tenerle grima… ¡Y pensar que había aceptado su mano en son de apoyo! ¡No, no y no! Ahora tendría que lavarse las manos con desinfectante, no fuera a ser que se le pegara la arrogancia que el desbordaba por cada uno de sus poros, eso era temiblemente desagradable.
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— Si no quieres que te grite entonces deja de mirarme con esa expresión. — Pidió con molestia mientras hacía su mueca predilecta con los labios y se volvía a sentar bajo la atenta mirada del moreno sobre ella —. No me culpes de todo lo que te pasa — exigió con voz ahogada a causa de contener su carácter todo el tiempo posible —, sí, sé que o haces porque te crees más que los demás. — Concluyó fulminándolo con la mirada al tiempo de que el joven de ojos negros la miraba con una expresión bastante neutra.
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            Seguramente ella únicamente se estaba guiando por las expresiones que él aparentemente colocaba y por su enemistad extrema. Estaba seguro de que ella jamás podría ver más allá de su cara bonita y sus cejas “perfectas”, nadie le entendía en realidad, él tenía pocos pero queridos amigos verdaderos mientras otros fingían querer conocerlo más. Todos eran hipócritas, sólo unos cuantos se salvaban y toda la vida parecía un teatro dispuesto a dar un gran premio al mejor actor o actriz. Ahora mismo Danielle fingía que lo entendía muy bien; él simple y llanamente quería que se callara para evitar otro escape de su hermano hacia un lugar aún más alejado si los veía en ese plan de estarse “matando” cada cinco minutos. Qué estúpida.
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— Como sea. — Fue lo único que respondió al momento de levantarse y empezar a caminar hacia delante sin prestar atención a los gestos faciales de sufastidiosa vecina. Si vivir al lado de su apartamento y tener que verla todos los días ya era una tortura, no sabía que adjetivo calificativo colocarle a ese preciso instante en donde tenía que aguantarse sus berrinches y chillidos. Eso no tenía nombre.
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            Danielle no sabía si lanzarle una piedra directamente a la nuca o darle la patada “milagrosa” en sus “divinas” partes. ¡Ah, es que en verdad no lo soportaba! Estaba plenamente segura de que esa misma noche iba a tener pesadillas con hombres llamados “Alex” con una cara idéntica a la de él y que serían seguramente tan fríos y desprovistos de emociones como él. ¡Por todas las santísimas vírgenes que la rodeaban! ¿Quién carajos querría aguantarse a un hombre así? ¡Que dios la librara de esos caracteres con defectos de fábrica!
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— ¡Ash! — Se quejó la chica de hebras rosadas por lo bajo a la vez que se levantaba para seguirlo, de muy mala manera, pero siguiéndolo al fin y al cabo.
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            Por lo menos tendría la certeza de que si su hermana y ese niñato huían de nuevo, no sería por culpa de la explosivamente escandalosa Danielle sino por causa del exasperadamente arrogante Alex, él era el que había comenzado toda la pelea ¿O no? ¡Ja!
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— ¿Ese no es Alex? — Preguntó con intriga una chica de cabellos rojos y ojos azules a un sorprendido pelirrojo de iris grises que miraba hacia enfrente como si su vida dependiese de ello.
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            Karina Alfaro y Sebastián Fuenmayor caminaban tomados de la mano tranquilamente por el parque mientras veían a lo lejos a Alex y a una desconocida. Bueno, por lo menos él ni la había visto. ¿Sería que era novia del moreno…? ¡No que va! Se notaba a leguas de distancia que esa chica no era su tipo ni aunque la examinasen con una lupa.
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— Al parecer sí, me parece extraño. Él suele estar a estas horas en la empresa de su tío — argumentó el chico con extrañeza mientras afianzaba el agarre de la mano de su novia entre la suya. Era realmente extraño ver a Alex Sabaraín caminando por el parque al lado de una chica como si nada sucediese ¿Y tanto se quejaba de que ellos siempre lo fastidiaban con ese asunto? ¿Quién lo entendía realmente? Él era aún más extraño que esas películas de terror psicológico inconclusas que te dejan con gran intriga.
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— ¿Por qué no nos acercamos? Si aquella chica que lo acompaña es su novia, yo quisiera… — Fue diciendo la pelirroja mientras bajaba el tono de su voz en conjunto con su cabeza. Sebastián suspiró con nostalgia y le pasó el brazo por los hombros en un gesto reconfortante. Karina lo miró con una sonrisa tenue en el rostro.
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— No debes culparte por eso, Kate hizo lo que hizo sin tu consentimiento — aseguró el pelirrojo de ojos grisáceos con tono de ánimo, odiaba ver a su novia en ese plan de echarse la culpa. Karina tenía el defecto de culparse de todo lo que pasaba a su alrededor sin importar si ella estaba involucrada o no, solía ponerse triste constantemente cuando se acordaba de la víbora de su hermana mayor. Kate había hecho algo realmente malo, no sólo había dejado a Alex a la deriva sino que también había dejado a su pequeña hermana con un remordimiento de consciencia del tamaño del iceberg que se había estrellado contra el “Titanic”; por eso la odiaba, todo había tenido un final desastroso y su mejor amigo de la infancia seguía cobrando esos males que no le traían beneficios. El mundo estaba lleno de problemas hasta para regalar.
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— Pero entonces vamos hacia él, parece estar buscando algo — mencionó la chica de ojos azules en un tono analítico muy propio de su carácter.
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            Sebastián y Karina se movilizaron hacia el chico de andar parsimonioso y a la chica con mirada fuerte. El pelirrojo se extrañó aún más. ¿Qué hacía el tranquilísimo Alex con una chica como aquella? Se podía diferenciar sus caracteres a millas, aquella chiquilla de cabellos rosados no cumplía con ninguna de las características femeninas que el pelinegro buscaba, estaba seguro de ello y aunque le dijeran que no era así él seguiría creyéndolo.    
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— Hola, Alex — escuchó a su novia saludar con su voz suave cuando llegaron a detenerse justo al frente de la pareja. Le encantaba su melodiosa voz.
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            Levantó la cabeza y le hizo una leve seña con la cabeza al moreno.
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— Hola, Karina. Sebastián — saludó el joven de ojos negros con su monótona voz fuerte y clara. Se acercó hacia la pelirroja y le dio un beso en la mejilla para luego darle la mano a su amigo casi inseparable.

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            Alex captó la mirada indiscreta del pelirrojo sobre una sonrojada chica de hebras rosadas y suspiró con contrariedad casi imperceptiblemente. Se había olvidado totalmente de que Danielle o acompañaba en su “excursión al centro”.
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— Ella es Danielle, mi vecina. — Fue lo único que dijo antes de señalarla y que la chica de ojos verdes parpadeara bastante asombrada. ¿En verdad la estaba presentando o esas eran las ilusiones que ella guardaba en el baúl sin fondo dentro del libro negro? ¡No! Definitivamente eso no era una ilusión… ¡Era una pesadilla! Ella no quería conocer los vínculos amargo-sociales de ese asocial que tenía a su derecha ¡No! ¡Por su sacrosanta madre, estaba a punto de salir corriendo de allí en la primera oportunidad!
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— Un gusto Danielle, yo soy Karina — se presentó la pelirroja con un tono que a la joven de ojos verdes le pareció bastante amable y dulce para luego darle un beso en la mejilla —, y este de aquí es mi novio, Sebastián.  — Concluyó la chica al señalar al hombre que la acompañaba, el cual si se fijaba bien, era de la misma estatura que su ácido contiguo. Éste mismo le tendió la mano muy cordialmente luego de la presentación, ella la aceptó bastante estupefacta y contrariada. Había cierto asunto que no terminaba de formarse en su cerebro.
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            Había algo que no cuadraba para la muchacha de hebras rosadas. ¿Cómo es que la escoria tenía unos amigos tan amigables? O es que él era realmente extraño o únicamente ellos no sabían el verdadero carácter de su amigo. Simplemente no entendía nada de nada. Ella que siempre había buscado personas que fueran amables con ella o por lo menos que se preocuparan por saludarla, no había encontrado nada; en cambio él, con su carácter de los mil demonios y su arrogancia a la altura del rascacielos más alto construido hasta el momento, tenía aquellos allegados que a simple vista inspiraban la más pura confianza… ¡El mundo estaba de cabeza! Y… ¡Joder! Ella seguía sin ir al ritmo del planeta.
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— Que raro verte paseando por aquí… — inquirió Sebastián con su típico tono investigador que pasaba desapercibido por todos pero no por Alex. Estaba seguro que iba a preguntar algo así tarde o temprano, realmente se lo esperaba.
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— Cierto… ¿Cómo ha estado Alejandro? — Preguntó Karina con un tono de voz bastante dulce —, no lo veo desde el año pasado… con este asunto de que casi todos nos mudamos a la misma ciudad, fue una verdadera suerte. — Completó brindándole una sonrisa a Danielle, esta le devolvió el gesto con una gran alegría interior… ¡Por fin alguien que no la veía extraño por su color de cabello! Giró la cabeza hacia el moreno con un poco de sobresalto cuando el mismo carraspeó sonoramente.
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— Precisamente lo ando buscando — corroboró en un tono de voz bastante extraño para los presentes. Precisamente, al pelirrojo le surgió una idea bastante alentadora, Karina solía ser bastante espontánea…
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— ¡Te ayudamos! — Exclamó éste en medio de las miradas estupefactas de los otros tres jóvenes. Entre todo esto, sintió unas uñas clavándose de su palma, no pudo hacer más nada que quejarse.
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— ¡El que menos estorba más ayuda! — le reclamó la joven de ojos azules por lo bajo. Aunque no tan bajo como para evitar que un absorto Alex y una sonrojada Danielle escucharan tal afirmación.
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            ¡Demonios de los infiernos! ¿Es que acaso sus amigos creían que tenía algo con esa chiquilla de cabellos rosados? ¿Es que estaban ciegos?
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            La de ojos verdes no podía creerlo. Había entendido perfectamente esa frase… ¡Maldita sea su percepción inoportuna! ¿Cómo es que era tan lenta para entender otras cosas pero eso si lo había entendido bien?
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            ¡Ah! El cuento de nunca acabar.
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