viernes, 14 de octubre de 2011

Capítulo 3: Búsqueda de locos


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Capítulo 3
Búsqueda de locos
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— ¿Lo tienes todo? — Preguntó la chica de hebras rosadas por décima vez, con una cara de inocencia fatal que conseguía asquear al moreno.

            Alex suspiró mentalmente muy molesto… ¿Cuántas veces le iba a preguntar lo mismo? ¿Cien? ¿Mil? Debería saber que mientras más preguntara menos le decía alguna cosa.

— ¿No te he dicho ya que sí? — Le respondió con otra cuestión, mientras mantenía la mueca de fastidio en su cara. Tomó su chaqueta negra junto a sus llaves y cerró la puerta de su departamento con lentitud.

            Danielle lo miró con su mueca predilecta, frunciendo el ceño y se cruzó de brazos un tanto malhumorada. Sí, ella era un poco infantil. Miró de lado a lado todo el pasillo desierto y se frotó mutuamente las palmas de las manos, para luego calentárselas un poco con su bufanda morada clara. El pequeño edificio muy lujoso, únicamente contaba con cuatro apartamentos distribuidos únicamente en dos pisos; ahora solamente los hermanos, Julieta y Danielle eran los que ocupaban la residencia, por esto, el edificio estaba completamente frío ya que no había la calefacción suficiente.

— ¿Podemos irnos ya? Necesito encontrar a mi hermana y también necesito salir de esta torre helada. — Pidió con el ceño levemente fruncido mientras respingaba su nariz en un gesto orgulloso. Le era sumamente difícil no decirle algo ofensivo al pelinegro, pues este se creía la perfección personificada.

            El de ojos negros la fulminó con la mirada muy discretamente, mientras que, le pasaba llave a la portezuela. ¿En realidad ella creía que se iba a apurar sólo porque le daba la gana? Estaba loca y era muy infantil. Aunque la entendía bastante bien, él también estaría preocupado por Alejandro si no supiese que, podía cuidarse solo y que podría estar tramando algo… ¿En realidad se la había robado? Era casi imposible, pero no por eso era improbable. Julieta y su hermano se habían llevado bien desde que se conocieron, los dos se echaban sus “puntas” e indirectas muy directas que no pasaban desapercibidas para él, pero al parecer para la chica de ojos verdes era todo lo contrario, ella sí que al parecer no captaba ni la quinta parte de todas esas frases que sus hermanos se lanzaban… ¡Ah ella era torpe en todos los sentidos! Estaba seguro de ello.

            Sin decir una palabra, pasó justamente a su lado para dirigirse hacia las escaleras cerámicas de caracol. Danielle lo miró de reojo y siguió de píe en el mismo sitio sin mover ni un ápice. ¡Por su madre que en verdad le caía mal! ¡Tenía ínfulas de rey! ¿Qué se creía? Ni los actores de cine que trabajaban con su madre eran tan soberbios como sólo él podría ser… ¡Carajo, su madre!

            Dejó su pose y su molestia tras ella, para luego seguir al chico arrogante con los ojos levemente más abiertos de lo normal. Necesitaba encontrar a su hermana en ese mismo momento o sino, estaba propensa a sufrir un paro cardíaco o algo muy remotamente parecido a lo anterior; o bien, la que iba a sufrir un desmayo masivo era su madre e iba a delirar con matarla a ella. ¡Siempre había sabido que Julieta solo traería problemas! Bueno, eso no era nada nuevo en realidad, sólo era bastante cansino.

— Mientras más rápido, mejor. — Mencionó el moreno sin girarse con su típico tono frívolo al ver que la chica, se había vuelto a detener en medio de la carrera. Al decir aquello, siguió bajando las escaleras sin esperarla siquiera, no tenía tiempo para escuchar otro berrinche que, seguramente, le querría hacer aprovechando que solamente estaban ellos dos en el edifico. Le dolía el cerebro y los oídos con tan sólo escuchar su chillona voz.

            Danielle se apresuró a bajar tras él sin reclamarle nada. Estaba muy concentrada tratando de recordar los lugares preferidos de su hermana, para, poder buscar alguna posible solución a ese mal. Definitivamente Julieta había hecho algo muy malo, ¿cómo podía haberse ido así sin más? ¿No le preocupaba nada dejar a su hermana mayor con un profundo vacio en el corazón? En realidad pensaba que ella era mucho más responsable de lo que se veía, pero las apariencias engañan. Ella lo sabía muy bien. Sin darse cuenta se había detenido de nuevo en medio de las escaleras. Ahora tenía las lágrimas a punto de salir de sus ojos y un nudo infernal en la garganta que no la dejaba respirar… ¿Por qué Julieta había hecho eso? No sabía la razón, pero no creía que fuese en realidad por Alejandro, su hermana siempre había sido muy liberal con el tema de los noviazgos y nunca se tomó en serio todo lo que ella le decía; entonces… ¿Por qué ahora se escapaba con el hermano menor de Alex? Había dicho que era simplemente porque ella y él no se llevaban nada bien, pero esa era la primera vez que parecía importarle sus problemas con otras personas… ¿Sería que en realidad se había enamorado de ese chico de ojos pardos? Sin planearlo y sin siquiera sentirlo, dos gotas saladas bajaban desde sus ojos hasta sus mejillas. En serio se sentía mal por el hecho.

            Alex notó en seguida que Danielle había dejado de seguirlo cuando, no escuchó sus lentos pasos tras él ¿No estaba apurada? ¡Pues que se moviera si quería encontrar a su rubia hermana rápido! Suspiró casi imperceptiblemente aún sin voltearse y se masajeó las sienes. De seguro se iba a poner a chillarle en el oído si le decía que se apurara, así que solo se voltearía y la miraría profundamente para intimidarla en el acto. Efectivamente, hizo lo planeado: se giró lentamente sobre sí mismo y observó el cabello rosa de la chica ya que ésta estaba cabizbaja; abrió la boca para decirle algo pero se detuvo inmediatamente al ver como la joven de ojos verdes alzaba la cabeza y por su rostro corrían lágrimas, su expresión era compungida y se apretujaba la chaqueta impermeable de color lila con insistencia. El pelinegro se quedó contemplándola con el corazón en un puño, su vecina podría ser muy chillona, pero si había algo que él no permitía, era que una chica llorara. Apretó los puños y maldijo a su hermano con el pensamiento… ¡Joder y mil veces joder! Ya hablaría con Alejandro muy seriamente, ¿cómo se había atrevido a hacer algo así? ¡Sí se notaba que esa chica amaba a su hermana pequeña! Él también quería mucho a su pequeño consanguíneo, pero a veces se pasaba de la raya, y eso, él no lo toleraba; es más ¡Lo odiaba!

            Estiró su mano hacia ella en señal de apoyo. Danielle abrió los ojos con impresión muy mal disimulada, ella no sabía ocultar sus emociones ahora, las había reprimido tantos años que ahora ya no era capaz de tener control sobre ellas. Hipó y se secó lentamente las lágrimas para luego acercar su delgada mano a la palma del moreno, éste apretó suavemente su extremidad. La chica no se hubiese imaginado jamás que, la escoria podría llegar a tener un gesto tan tierno para con ella; siempre lo había catalogado como “el chico frío que la odiaba” o “el chico arrogante que la quería muy lejos de él”, y ahora, resultaba que le ofrecía la mano porque estaba llorando… ¡Ah! De verdad que no entendía a los chicos como él y tenía la certeza de que no los comprendería jamás. ¿No se suponía que la quería lejos y sin ningún contacto con él? ¡Necesitaba que alguien le explicara el momento! Su cabeza era un caos; en realidad hubiese querido gritarle que quitara su mano porque no la necesitaba, pero extrañamente no pudo hacerlo; ese gesto la había dejado noqueada y sabía que su cara ahora estaba tan anonadada que, de haberle tomado una foto, hubiera asustado a cualquiera. Además, estaba intentando de no pelear con él por todos los medios posibles, ya que, si la teoría de Alex resultaba ser cierta, entonces su hermana estaba por allí en cualquier sitio esperando la primera oportunidad de que ellos se pelearan nuevamente para salir huyendo de nuevo… En verdad no quería eso.

            Cuando Alex estiró su mano hacia Danielle para brindarle un poco de consuelo no se esperaba esa sutil reacción; en realidad esperaba algún chillido de indignación, seguido de algún cruce de brazos y quizá un levante de mentón orgulloso; y el resultado era totalmente distinto: la chica había aceptado tomar su mano sin ningún tipo de reclamo o alguna mueca de molestia… ¡El fin del mundo se acercaba! Sí, eso tenía que ser. ¿Desde cuándo su vecina llorona aceptaba que él le dirigiese la palabra? ¿¡Desde cuándo aceptaba que le agarrara la mano!? El mundo estaba “patas arriba” y ese leve gesto era la prueba de ello, aunque, ya no podría quitar su extremidad de allí, eso sería enfadarla; además, ella la había aceptado gustosa, sin mirarlo con los ojos encendidos de rabia o alguna mueca extraña en su rostro. Habría querido darle una sonrisa, pero eso sí no pudo hacerlo, él no solía brindar sonrisas falsas, las únicas sonrisas no fingidas eran para las personas que tenían un lugar especial en su corazón  “de hielo”; como por ejemplo su madre, hermano y anteriormente… Kate. ¡Demonios! Toda la vuelta del asunto lo había hecho volver a pensar en su antigua novia. Eso no era nada bueno, odiaba acordarse de ella en los momentos menos oportunos, aquello era como su tortura mental con una cura aún no descubierta. En verdad le había dolido que ella se fuera así sin más. Habría querido odiarla, pero definitivamente estaba casi seguro de que no podría lograr aquello ni en sus mejores sueños.

— Vamos… — Dijo Danielle luego de aclararse la garganta y apretar un poco la mano de Alex, antes de, guiarlo hacia el final de las escaleras para salir por fin del recinto. Se sentía realmente extraña tomando la mano del moreno mientras lo guiaba sin pelearse por cualquier tontería, en verdad, no conocía ese autocontrol que ahora estaba utilizando, tenía la sensación de que no se conocía en demasía a sí misma, sin embargo, sabía muy bien que tenía un carácter de lo más explosivo capaz de estallar en el momento menos esperado.

            El chico de ojos tan negros como las piedras ónix, se dejó guiar hasta el piso inferior por la joven de ojos verdes que, aún no se dignaba a soltarle la mano y, él lo aceptaba así. Estaba completamente consciente de que ella necesitaba un apoyo en el cual reflejarse, así que, ¿quién mejor que él para apoyarla en esos momentos? Independientemente de que se llevaran como dos enemigos a muerte, la situación sobrepasaba cualquier problema entre ellos, y, aunque odiaba admitirlo, “la torpe” de Danielle comprendía ese hecho tan importante en ese momento.

            Al llegar a la puerta, la chica de hebras rosadas lo soltó sin siquiera mirarlo, él comprendió también aquello, ella tenía cierto orgullo y él tenía su arrogancia sin fin, así que no podría decirle nada. Observó con ojo clínico, como se iba alejando hacia la calle y miraba hacia todos lados con un semblante afligido. Desdobló su chaqueta negra y se la colocó para cubrir el frío que, su camisa de vestir blanca dejaba pasar. En verdad, odiaba vestirse formalmente en esa ciudad en la cual hacía un frío capaz de congelarte las neuronas o, de una u otra forma, paralizar el trabajo arduo del cerebro y los músculos, ¿cómo los residentes podían vivir tan tranquilos durante esa época del año? Hasta Danielle se veía sumamente tranquila.

            Caminó lentamente hacia la chica intentando ocultar su ansiedad por encontrar a su estúpido hermano menor, mientras se afianzaba su casaca de vestir aún más. Llegó a su lado y la miró sin expresión aparente, aunque por dentro se sentía un poco inquieto por su causa; se agarró su liso cabello obscuro en una coleta baja y se dispuso a decirle algo a la chica, cualquier cosa que la calmara si eso podía ayudarle.

— No te preocupes, pase lo que pase los encontraremos y los traeremos de vuelta sin daño alguno. — Trató de tranquilizarla sin mucho éxito, lo supo porque Danielle no quitó su expresión dolida, solamente se dedicaba a mirarlo con sus profundos ojos verdes que denotaban preocupación y hasta un poco de miedo. Captó cuando la chica hizo su mueca elegida con la boca y asintió levemente sin decir una palabra. Aquel gesto seguramente era un tic nervioso.

— Estoy casi segura de que no estás tan preocupado como yo… pero gracias. — Contestó mirando hacia otro lado sin humor de ofenderlo. Después de que le había dado la mano, había sentido como si cerraran algún tipo de trato entre ellos: un trato innato para traer a sus hermanos de vuelta. Aquello no debía fallar, ellos debían fingir llevarse bien, y, ese preciso instante era el mejor camino para dejar sus diferencias de lado por mucho que se aborreciesen.

            Alex por su parte, tensó la mandíbula y entrecerró los ojos en el intento de, contener el deseo de incordiarla por decirle aquello ¿¡Cómo que no estaba tan preocupado como ella!? ¿Ella qué sabía? No lo conocía, no podía saber si estaba preocupado o no, pero realmente eso no importaba ya, en verdad deseaba saber algo de Alejandro; Julieta por lo menos había tenido la necesidad de escribirle una pequeña nota a su hermana, pero él definitivamente no le había escrito nada de nada ¿En qué pensaba ese niño? Nunca se hubiese podido imaginar que se fugara con una de sus conquistas, porque era una conquista… ¿Verdad? Cada vez más se carcomía la cabeza con aquello, Alejandro nunca había llegado tan lejos por algo así, ¿sería realmente como había dicho la chica rubia en su nota? En verdad… ¿La quería tanto como para fugarse por ella por culpa de Danielle y él? ¡Ah! Todo eso era gran problema que había que afrontar, era imprescindible que, mejorara su relación con esa pecosa escandalosa si en verdad quería tener a su hermano y a esa joven de vuelta… ¡Ah! Alejandro lo colocaba en unos aprietos históricos dignos de ser recordados, tal vez, pudiesen escribir unas historias épicas de sus hazañas para, escapar de las ideas sumamente impredecibles de su hermano en un futuro no muy lejano, porque realmente tenía que crear planes para escapársele de las manos.

— ¿Te gustaría ir caminando o en mi auto? — Cuestionó ignorando olímpicamente el comentario anterior hecho por la joven —, te puedo asegurar que no están por estos lugares, estarían demasiado cerca de la residencia, y si conozco a Alejandro, él querría irse bastante lejos. — Concluyó con la intención de no ser tan brusco y de no asustar a la pobre de Danielle que ahora, se mordía el labio cada cinco segundos a la vez que juntaba las manos como si estuviese rezando.
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            La pecosa de mirada clara observó a Alex sin dejar de morderse el labio y juntar sus manos en una oración muda. Lo que decía el moreno era verdad, Julieta era exactamente todo menos tonta, y si estaba acompañada de un chico, mucho menos. Indudablemente, estaría planeando el próximo movimiento antes de que ella la encontrara y, la devolviese a la mansión de su madre halándola de los cabellos. ¡Ay, es que quería nada más verle un solo cabello porque le iba a dar de nalgadas! Probablemente ya estaba grandecita para echarle regaños y darle sus palmaditas, pero realmente se las tenía bien merecidas por irse así como así con solo una notita de aviso y el aire de testigo. ¡Joder! Ya estaba pasando del estado depresivo hacia el estado enojadísimo y eso no le convenía, siempre recorría a descargar su rabia contra la primera persona que tuviese frente a sí, y la primera persona que tenía ahora era Alex. Ni queriendo se querría pelear con él en ese momento, había muchas cosas en juego.

— Mejor en tu auto, saldremos de la zona y los buscaremos en el centro de la ciudad o en sus lugares favoritos, donde creamos que podremos encontrarlos. — Sugirió con un tono de voz casi suplicante mientras que, fijaba sus verdes ojos en los negros del moreno.

            Este asintió y sin pensarlo mucho se dirigió a su auto de un color totalmente obscuro, como una azul casi llegando a negro. Quitó la alarma al ver que la chica se iba acercando al transporte y abrió con caballerosidad la puerta del copiloto, ella sin decir ni una palabra se subió al automóvil que la guiaría hasta el centro: donde estaban todo tipo de negocios, zonas industriales, entretenimiento y demás cosas. Alex rodeó el vehículo hasta llegar al asiento del piloto, cerró la puerta suavemente para luego indicarle a Danielle que se colocara el cinturón de seguridad al mismo tiempo que, con la misma elegancia que había cerrado la compuerta, colocárselo él. Solía tratar sus pertenencias con suma delicadeza, y precisamente esa sutileza era la excusa perfecta para que sus amigos lo fastidiaran sin cesar.

            Empezó a manejar con una velocidad moderada al colocar su mano izquierda sobre el volante, y, centrar su vista hacia enfrente para concentrarse en la ruta. La chica de hebras rosadas, se limitó a mirar por la ventana para, ver con entretenimiento, como pasaba rápidamente toda la vegetación plenamente cuidada que, rodeaba a la lujosa residencia. Se sentía sumamente rara al estar sentada allí en el auto de esa escoria y justamente a su lado sin siquiera lanzarse miradas de molestia fatal. Bueno, precisamente la idea era no pelearse por algo tan tonto, pero en verdad ella estaba consciente de que explotaría en cualquier momento y empezaría a discutir, mientras él, simplemente se masajearía las sienes y cerraría los ojos con fastidio, esperando el momento apropiado para lanzarle un comentario hiriente que la haría encenderse aún más y, la incitaría a seguirlo insultando con su voz exasperantemente chillona. Giró levemente su cabeza hacia el pelinegro que mantenía su vista fija en el camino; examinó su perfil con suma curiosidad, en realidad cualquier chica que lo viera en esa situación creería simplemente que es el hombre perfecto que todas deseaban: su cabello largo y negro en contraste con su piel clara yacía amarrado en una coleta baja, sus finas cejas estaban levemente inclinadas a causa de su concentración, sus delgados labios estaban juntos en una línea casi recta y su cara cincelada muy finamente causaban que pareciese un ángel caído en la tierra. Se sonrojó un poco ante tales pensamientos… ¿Cómo es que podía ver de esa manera a esa escoria? ¡Ah! Es que ella definitivamente se embelesaba con todo lo bonito que veía, ¿para qué negarlo? Alex era demasiado guapo, lástima que todo eso era opacado cada vez que abría su gran boca para decir cosas hirientes, él era demasiado arrogante y perfeccionista, por eso mismo no podía ser perfecto, nadie era perfecto.

            Siguió escaneándolo sin percatarse de que, el moreno la miraba de reojo con una pizca de burla bien aparentada. Si alguien le hubiese dicho que su escandalosa vecina se iba a sonrojar mientras lo observaba, entonces él hubiera catalogado a esa persona como “loca”. Danielle era la única mujer -a parte de su madre-, que le había gritado en el transcurso de su vida; lo había insultado, lo había incordiado, se había atrevido a hablarle con un tono de voz bastante despectivo y por si eso fuera poco, también le había echado sus verdades en cara; pero a pesar de todo, ella seguía siento precisamente eso: una mujer. Una mujer que no podía evitar fijarse en algo atractivo, y él estaba consciente de que era muy sexy, estaba  cansado de escuchar ese adjetivo para referirse a él. Dejando el tema de lado, ¿cómo es que su contigua era tan terriblemente torpe para mirarlo tan indiscretamente? ¿A caso en verdad creía que él no notaría la verde mirada insistente sobre él? Seguramente. Aquello estaba sumamente mal, él era muy perceptivo y ella demasiado impertinente al mirarlo de esa manera. No concilió hacer ningún comentario al respecto, no porque no quisiese, sino porque en verdad no quería escuchar sus chillones reclamos mientras manejaba, eso sería algo realmente malo, hasta podrían llegar a tener un accidente si se ponían en ese plan de odiarse. Observó de igual manera, como la joven quitaba lentamente sus ojos de él y se pasaba las manos por su lacio cabello rosa… ¿Qué la había llevado a ponerse ese rosa exótico de color para el cabello? Al principio definitivamente había pensado que era una chica tonta y sumamente ridícula a la cual le brillaban los ojos con solo ver ese color, pero definitivamente no había sido así. Danielle era torpe, escandalosa y hasta un poco infantil, pero terminantemente no tenía ese color de cabello porque le gustara en exceso; luego había pensado que se había puesto ese color porque simplemente era miembro de alguna tribu urbana en la cual usaban colores exóticos, se colocaban aretes hasta en los lugares menos imaginados y se tatuaban por todos lados, pero inmediatamente descartó aquello, ella realmente se veía normal, como cualquier otra chica joven a cargo de una problemática hermana menor que le gustaba vestirse bien.

            Dejó repentinamente de pensar en el tema para concentrarse totalmente en la ruta. Durante todo el trayecto, él no volvió a observarla de reojo y ella mucho menos retomó la acción de mirarlo embelesada por ser tan bonito. Sin darse cuenta, ya habían llegado al centro, el viaje se había hecho relativamente largo a causa de la compañía que cada uno llevaba, no es que ahora se la pasaban peleando, pero tampoco se llevarían lo suficientemente bien como para, mantener una conversación civilizada sin ningún comentario suspicaz. Alex se despojó del cinturón antes de que Danielle lo hiciera y bajó del auto rápidamente para abrirle la puerta, él era muy amable en ese caso. Por su parte, la chica solo se quitó el seguro y esperó a que el pelinegro diese la vuelta para abrirle la puerta a ella, sabía que lo haría, odiaba admitirlo, pero, se había dado cuenta de que él era bastante benévolo desde que, le había abierto la compuerta del vehículo con toda la disposición del mundo para que ella, a la cual él catalogaba “chillona”, se montara en su pertenencia con toda la comodidad.

            Bajó del auto inmediatamente después de que, el joven le abriese la puerta y luego miró hacia todos lados tratando de localizar algo conocido. Alex cerró la pequeña compuerta de su auto azul con la elegancia que lo caracterizaba, antes de, colocarle la alarma y dedicarse después a hacer lo mismo que en ese momento realizaba Danielle.  

— ¿Has visto algo conocido? — Preguntó seriamente el moreno luego de algunos segundos de búsqueda.

            La chica de ojos verdes negó con la cabeza y chaqueó la lengua.

— No, en realidad no creo que vaya a ser tan fácil conseguirlos aquí — Aseguró mientras flexionaba sus codos y apretaba los puños a la altura de su pecho. Hizo su mueca característica con la boca y siguió observando hacia todos los lugares posibles. Había demasiada gente en el centro por la temporada vacacional, así que no la iban a tener muy fácil que se diga.

            Alex miró su gesto con una expresión imperturbable y mortalmente neutra. A pesar de ser mayor de edad se veía que seguía siendo una niña bajo la falda de mamá, o por lo menos, eso es lo que él veía en ella. Se adelantó un poco y siguió mirando hacia todos lados mientras que, ignoraba las miradas coquetas de algunas chicas sentadas en los diferentes bancos de la pequeña plaza, en la cual, se habían detenido.

— ¿Oh, lo has visto? ¡Parece un dios! — Exclamó una sin el menor de los recatos.

— ¡Sí! Definitivamente yo quisiera un novio como él, pero si es él, mucho mejor. — Insinuó la segunda mientras soltaba una sonrisita picarona hacia su dirección.

            El moreno de coleta contuvo el deseo de masajearse las sienes… ¡No lo conocían y ya querían un novio como él! ¿Es que a caso estaban locas? Ellas ni conocían su verdadero carácter, así que era mejor que no lo colocaran como un prototipo perfecto de hombre ideal, pues, seguramente se decepcionarían a causa de su carácter agrio.

— ¡Danielle! — Exclamó instintivamente para que se acercara a él, y si tenía suerte, las chicas dejarían de mirarlo tanto. Aquello le cansaba.

            La de hebras rosadas, pegó un furioso respingo al escuchar la fuerte voz varonil que la llamaba de no tan lejos. Inmediatamente observó fijamente los ojos negros que le decían que se moviera tras él rápidamente. De no ser porque estaban en aquella situación, le hubiera dicho una larga lista de improperios bastante marcados por, pretender ordenarla a que se movilizara junto a él prontamente; y así lo hizo. Sin decir una sola palabra, llegó junto a él mientras lo fulminaba con la vista, él solo le devolvía su frívolo mirar con las manos metidas en los bolsillos.

— ¿Ella es su novia? — Preguntó muy despectivamente la misma chica de antes a la que la acompañaba.

            Danielle no pudo evitar sentir como una emoción extraña invadía su ser y la hacía apretar la mandíbula. ¿Ella novia de Alex? ¡No que va! ¡Ni en sus peores pesadillas!

— Al parecer sí, la ha llamado con tanta confianza… Pero me parece realmente extraño, ella es demasiado insípida y tiene el cabello rosa. — Contestó la otra con una mueca de asco en la cara, mientras que, escaneaba a la joven de cabello exótico de arriba abajo.

            Alex observó a su acompañante con una expresión aparentemente normal, aunque, se estaba divirtiendo con la mueca que tenía la chica en la cara. Por su parte, Danielle cargaba con un semblante histórico encima: su boca y ojos se encontraban más abiertos de lo normal a causa de, la indignación provocada al escuchar tal insulto y ver el rostro sereno del pelinegro. ¡Maldición! ¿Se divertía mucho parándose allí a escuchar los insultos hacia ella? ¡Ah! Y aparte de eso… ¿¡Por qué machacados esas tenían que hablar tan alto de lo insípida que ella les parecía!? ¡Demonios! Quiso seguir caminando hacia al frente y dejar a Alex en las profundidades de la desesperanza, pero, no pudo. El comentario que escuchó definitivamente iba a sacar su parte explosiva.
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— ¿Viste sus pecas? ¡Que feas son! — Se burló una de ellas mientras la otra trataba de contener la risa.
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            La joven se giró inmediatamente hacia ellas con un aura que inspiraba un terror total. El moreno la miró un poco sorprendido aunque lo disimuló muy bien, ¿en verdad se había enfadado tanto como para sacar ese carácter delante de tanta gente? Bien, tal vez no había sido una excelente idea dejarla escuchar agravios hacia su persona, ya se daba cuenta de que aquello resultaba ser terriblemente espantoso, pero… ¿Por qué se ponía así por simples críticas superficiales? En verdad era infantil entonces.
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            Danielle en verdad estaba cabreada, muy molesta. Tan furiosa que podría halar a las dos del cabello con una sola mano, aquella ofensa no la toleraba. Podían meterse con su carácter, con la ropa que usaba, con su color de cabello, pero nunca aguantaba que se metieran con sus pecas ¡Sus pecas eran sagradas! Lo único a parte del color de sus ojos que le recordaba a su padre ahora… ¿¡Cómo se atrevían a meterse con una herencia familiar!? ¡Ja, ahora iban a saber quién era Danielle Montenegro a mucha honra!
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            Se movilizó hasta la banca donde estaban las dos mujeres bajo la atenta mirada de Alex, el cual, no tardó en seguir sus pasos rápidamente. ¿Qué carajos iba a hacer esa niña?
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— Miren, muñequitas plásticas oxigenadas — empezó a decir entre dientes, mientras las dos muchachas la miraban con una mueca de desconcierto —, si a  me da la gana de ser insípida, pues ¡Soy insípida! — Recalcó a viva voz mientras las apuntaba a las dos con su puño derecho a la altura de su barbilla —. Si a  me da la gana de llevar el cabello rosa, pues llevaré el cabello rosa porque es original, no como ese plumero amarillo que tienen ustedes por cabello — siguió diciendo, a la vez que, escuchaba los chillidos indignados de las dos chicas y, se percataba de que Alex la miraba con los ojos bien abiertos —, ¡si a mí me da la gana de lucir mis pecas pues se aguantan y se dejan la envidia porque ustedes no tienen pecas! — Gritó mientras les halaba fuertemente un mechón de cabello a las dos. Éstas pegaron un pequeño gritillo de dolor mientras se masajeaban la cabeza.
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            Danielle se sacudió las manos y respingó su nariz orgullosamente… ¡Nadie se metía con sus pecas y salía ileso!
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            Alex dejó de mirarla con los ojos más abiertos de lo normal y luego giró su vista hacia las chicas que lloriqueaban por sus cabellos. Sonrió un poco, después de todo ella si sabía cómo dar una lección de orgullo. Repentinamente sintió como unas delgadas manos rodeaban su brazo izquierdo, bajó levemente sus ojos negros y se encontró con la mirada marrón de una de las chicas… ¡Magnífico! Precisamente eso le faltaba. Ahora ya Danielle no era nada buena dando lecciones.
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— En realidad yo no sé qué le pasa… — Trató de excusarse la joven, mientras que él, únicamente trataba de soltarse de su agarre sin parecer muy brusco. Justo en ese momento, sintió unos dedos que tocaban con insistencia su hombro, giró su cabeza levemente y recibió algo que no se esperaba ni en la peor de las situaciones.
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            Un puño se había incrustado sin razón aparente en su mejilla izquierda, con la fuerza suficiente como para que la chica lo soltara al instante y él chocara con el costado de Danielle. Aquello había sido muy sorpresivo.
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— ¡No vuelvas a coquetearle a mi novia! — Le avisó aquel hombre que, le había pegado un puñetazo mientras tomaba de la mano a la chica que segundos antes se estaba excusando con él. Sintió un brazo ajeno enrollándose con el suyo y volteó a mirar, se sorprendió aún más cuando descubrió que la que le había tomado el brazo era la chica de hebras rosadas.
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— ¿Y a ti que te pasa poco hombre? ¿Siempre les pegas a los demás cuando tienen la guardia baja? ¡Te aviso que no le coqueteaba! ¡Tu noviecita le estaba coqueteando a él! — Mencionó con ira y a la defensiva mientras zarandeaba a Alex hacia todos lados.
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            Definitivamente esa búsqueda era de locos.
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