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Capítulo 2
Infierno tardío
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<< Querida hermana. Sé que te vas a poner a gritar como loca desquiciada luego de que leas esto, pero era necesario hacerlo. Yo, Julieta Márquez me he escapado a un lugar que tu nunca sabrás… ¿Razón? Tú lo sabes. Alejandro Sabaraín. Su hermano y tú tienen una pésima relación, tan mala que llegué a creer que se intentarían matar en cualquier momento… ¿Por qué se tienen tanta aversión? ¿Se conocen de algún otro lado? No, no lo creo, yo sé perfectamente cómo eres querida hermana. Espero que no lo tomes a mal Danielle, pero yo en verdad quiero a Alejandro, y él me quiere a mí, por eso ha decidido llevarme con él a otro lugar en dónde la hostilidad que se respira entre Alex y tú no vea la luz. Sé que me entenderás desde el fondo de tu corazón, aunque no te des cuenta.
Te quiere. Julieta. >>
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Alex no podía dejar de fruncir el ceño al terminar de leer la corta nota que había dejado la rubia de ojos azules. Danielle solo quería estamparle la cara a Alejandro contra un poste de luz, o en el mejor de los casos, a su hermano mayor. ¡Ah esa escoria que la había tratado mal desde que la divisó en su camino!
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— Estas cosas suelen suceder cuando no se tienen mucho control sobre los hermanos. — Recordó el moreno de pelo largo sin mirar algún lado en específico —. No creí que Alejandro fuese capaz de hacer algo así. — Dijo más para sí mismo en tono tranquilo. Danielle lo miró como si se hubiese vuelto loco.
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¿¡Cómo podía estar tan mortalmente tranquilo!?
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— ¿Cómo le haces para estar tan excesivamente tranquilo? — Interrogó a la defensiva con el ceño fruncido. — ¡Ah! ¡Me voy a volver loca! — Dijo escandalosamente mientras Alex la miraba con una mueca de fastidio.
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Su vecina era demasiado escandalosa para su propio bien.
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— Yo no sé cómo le haces tú para ser tan fácilmente fastidiosa. — Respondió en tono frío mientras se guardaba la nota y se disponía a entrar a su apartamento.
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Danielle realmente no entendía a ese hombre… ¿Cómo es que no se preocupaba nada? ¡Porque ella sí que estaba preocupada en demasía! Su corazón parecía ser de hierro tan frío como el hielo y su cara era como un papel completamente en blanco, todo lo contrario a la suya, la cual parecía a punto de romperse por lo “distorsionada” que estaba mientras su corazón latía tan fuerte que dudaba si estaba en verdad bombeando la sangre. ¿Quién no se preocupaba por su hermano por más fastidioso que fuese este? ¡Ah! La respuesta del millón: Alex Sabaraín. La joven de ojos verdes en verdad estaba interesada en encontrar a su hermana en ese mismo instante, y por supuesto que no lo haría sola, pues precisamente el que andaba perdido con su consanguínea era el hermano menor de esa escoria mal viviente que no podía ver ni en dibujitos de palitos. ¡Ah como lo odiaba! En serio que lo hacía ¿Qué le iba a decir a su madre cuando llamara y preguntara por Julieta? ¿Qué estaba bien? ¡Oh no! Seguro eso no le bastaría a “Daniela-actriz-de-Cine-Márquez”, ella estaba segura; seguramente le diría que se la pasara al teléfono, ¿entonces qué haría? ¿Se pondría a imitar su voz pasiva? No, definitivamente su madre no se creería ese teatro, y, lo más probable es que la demandara ¡Si demandar a su propia hija por pérdidas graves!
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— ¡Eh! ¿A dónde crees que vas? — Siguió cuestionándolo mientras lo halaba de la camisa deportiva.
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Alex se giró rápidamente y la fulminó con la mirada. Danielle inmediatamente lo soltó. Sus ojos tan negros tan misteriosos daban miedo y una sensación de vacío terrible que no quería experimentar mucho más a fondo. ¡Si que no quería!
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— Quiero bañarme. — Informó sin muchas ganas al poner un pie dentro de su departamento. Necesitaba relajarse un poco y eso lo haría a través del agua, estaba preocupado por su hermano. Demasiado preocupado. Aunque no lo aparentase en verdad quería partirse un jarrón en la cabeza a ver si eso era una pesadilla, los pellizcos no le servían de mucho.
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Danielle afincó su dedo en uno de sus hombros con insistencia. Definitivamente Alex era un asunto serio a su parecer.
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— ¡Ah no, señor! ¡Tú no te bañas hasta que me acompañes a la policía! — Exclamó fervientemente caminando a zancadas hasta quedar justamente en la puerta frente a la suya. Empujó levemente hacia atrás al moreno y haló la puerta para cerrarla causando un eco en el pasillo.
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Alex la miró sin expresión aparente aunque por dentro era toda lava hirviendo. ¡Su vecina lo iba a volver loco! Y si es que acaso lo sacaba de sus casillas, él no se haría responsable de sus actos ¡Por supuesto que no!
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Observó que la chica hacía una mueca muy, a su parecer, cómica con la boca y colocaba sus manos echas puño sobre su cintura con las piernas juntas. Alex no pudo evitar sonreír automáticamente con añoranza, esa pose le recordaba mucho a su madre, a la cual no veía desde hacía un mes desde que se había mudado. Danielle observó su sonrisa y frunció el entrecejo muy notoriamente. El problema no es que Alex se haya reído inconscientemente, sino que la de hebras rosadas lo haya malinterpretado por el simple hecho de verla fijamente.
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— Hmm…—
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— ¿¡De qué te estás riendo, eh!? — Reclamó enseñándole un puño con un pie adelante y otro atrás, movimiento que al moreno le resultó de lo más infantil.
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— En realidad no tengo tiempo para jugar al “soldadito” — Contestó con una sonrisa irónica de medio lado y luego observó la cara totalmente roja y los ojos sumamente abiertos de Danielle. Ok, tal vez decirle eso no había sido tan buena idea.
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— ¡Al diablo tú y tus estupideces! ¡Ahora te vienes conmigo a la estación de policía porque yo quiero a mi hermana ya! — Gritó y esparció una mueca de cólera al ver cómo el joven de ojos color azabache entrecerraba su ojo derecho en señal de aturdimiento por sus gritos.
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Los ojos verdes de la chica centellaron cuando sacudió la cabeza con fuerza y bajó el semblante para luego tomar la muñeca de un desorientado pelinegro de coleta que la miró como si fuese una demente recién escapada del manicomio.
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¿Es que a caso era bipolar? ¿Le había dicho escoria millones de veces para luego tomarle la muñeca así sin más? ¡Definitivamente esa niñanecesitaba un psiquiatra o algo parecido!
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— Pero… — Trató de decir al ser halado fuertemente por la de cabellos rosados que se afincaba fervientemente hacia delante para llevarlo a rastras.
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— ¡Pero nada! ¡Tú vienes conmigo a la delegación por culpa de tu hermanito bonito! — Siguió exclamando al tratar de halarlo hacia las escaleras, pero no podía mover al moreno ni cinco milímetros.
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Alex se exasperó en sobremanera. ¿En verdad no había pensado en lo que pasaría si ella enseñara una de esas fotos de su hermana en la delegación? ¿Creía que no se darían cuenta de quién era hija y no armarían escándalo? ¡Por dios que era total y plenamente torpe!
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— ¿A caso necesitas otro cerebro? — Le preguntó con la paciencia perdida cuando se soltó de un jalón —, ¿crees que no se darán cuenta de quién es hija cuando les muestres la foto y les digas el nombre? Armaran un escándalo si avisamos. — Dijo con un tono bastante obvio mientras levantaba levemente sus cejas negras.
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En serio, necesitaba un reajuste en esa cabecita loca.
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Danielle lo miró con el ceño fruncido tratando de evitar estamparle un perfecto puñetazo en su divino rostro y partirle la nariz mientras hacía la mueca de siempre con la boca. Odiaba admitir que cierta parte de lo que el pelinegro decía era cierto pero… ¿Cómo iba a encontrar a su hermana entonces? ¿Iba a contratar a un brujo o qué? ¡Ah no! Seguramente ella no debía pensar mucho en el asunto, desde luego que “señor escoria” tendría alguna idea para demostrar su infinita inteligencia sobrevalorada, estaba segura de ello.
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— Odio admitir que tienes razón. — Razonó mientras sus demonios internos amenazaban con salir en cualquier momento — ¿Alguna idea genio? — Lo desafió con la mirada con una mueca de desagrado a la vez que se cruzaba de brazos. ¡Ah no sabía que odiara tanto darle la razón a alguien! Y no a cualquier persona, si no a él precisamente… ¡Ah sí que lo odiaba!
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Alex la miró con la arrogancia que lo caracterizaba, por supuesto que él tenía una idea mucho mejor de lo que ella podría llegar a maquinar.
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— Tonta. — Pensó con prepotencia sin dejar de mirarla arrogantemente. Amaba sentirse superior, claro, sin decir una palabra. Le gustaba en sobremanera que el que estuviese frente a él se sintiese como una pequeña oruga en una gran pradera.
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Danielle se estaba empezando a impacientar ¿¡Qué tanto pensaba y por qué la miraba como si fuese una rata de alcantarilla!? ¿Sería que no tenía ninguna idea? No, imposible… ¿O sí? Hizo una mueca de fastidio mientras golpeteaba su bota blanca contra el piso y afianzaba sus brazos cruzados sobre su pecho. Alex la observaba aún con esa mirada que no le acababa de gustar ¡Ja! ¿Creía que ella se sentía como una hormiga frente a él? Pues estaba bien equivocado si creía eso, lo menos que ella se sentía era inferior a un egocéntrico sin juicio ni beneficio.
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— ¿El gato te ha comido tu larga lengua? — Interrogó con una impaciencia que ya le estaba empezando a carcomer los sesos. ¡Ah! Se había olvidado de que también le incomodaban esos silencios largos en los cuales nadie tenía algo que decir ¡La desesperaban!
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— Fácil. Finjamos que nos llevamos bien en público. — Mencionó luego de algunos segundos encogiéndose de hombros como si lo que estuviese diciendo fuera lo más obvio que podría ver en el mundo. Pero no todos entendían su punto. Danielle era uno de esos tantos.
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— A ver, ¿qué que se supone que ganamos con eso? — Cuestionó confundida bajando as manos hacia sus caderas. En realidad no entendía ni pío de lo que él estaba proponiendo. Entrecerró los ojos y apretó la mandíbula al ver que el moreno había virado los ojos con aparente cansancio. ¡Aish! Seguro que se estaba cansando de ella pero… ¿¡Creía que todos entendían su punto!? ¡Diablos!
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— Mira, es fácil — empezó a decir mientras se colocaba la mano derecha alrededor de sus ojos —, en la nota, tu hermana dice que nosotros no nos llevamos nada bien y por eso “huyó” junto a mi hermano. — Recordó apartando la mano de su vista para mirar directamente hacia los ojos verdes de Danielle que asintió con efusividad —. Bien, nosotros saldremos, averiguaremos dónde están y luego hacemos como si todo estuviese bien entre nosotros para que ellos vean ¿Entendido? — Terminó por cuestionar mientras acercaba levemente su rostro al de una pensativa chica de cabello rosa exótico.
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La joven de ojos verdes levantó la cara al instante y asintió con felicidad de poder tener ya un plan para encontrar a su hermana sana y salva sin sufrir algún daño, claro, si ese hermanito de la escoria no le había hecho algo ya.
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— ¡Bien! — Exclamó fuertemente alzando el mentón a la vez que Alex se masajeaba las sienes a causa de los chillidos de su vecina.
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Ella era excesivamente escandalosa, pero ahora que la había tenido más de cinco minutos cerca podría jurar que el apodo de “excesivamente escandalosa” le quedaba muy pequeño a su efusividad mal contenida.
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— Perfecto. Ahora déjame bañarme y relajarme un poco, la tensión que cargo a causa de tus chillidos y este asunto me tienen los vellos de punta. — Dijo sin más en tono llano cerrando los ojos para evitar “contaminarse” la vista con la imagen de esa pecosa abriendo mortalmente la boca.
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Y efectivamente, Danielle abrió tanto la boca que su mandíbula estuvo a dos pasos de desencajarse. Cerró los ojos ofendida cuando se cruzó de brazos y alzó mucho más la cabeza sin percatarse de que Alex la escaneaba instintivamente con la mirada. Sabía que no debía provocarla por ser tan llorona pero… definitivamente quería hacerla rabiar por tanto fastidio que le estaba causando.
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— Báñate rápido — Fue lo único que le dijo la chica sin atreverse a dejar su posición.
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El moreno de coleta siguió escaneando su cara.
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— Bien, pero sería perfecto si te pudieses quitar esas pecas, no te quedan. — Avisó con arrogancia con la clara intensión de ofenderla. Vio su cometido cumplido cuando ella abrió sus enormes ojos claros de repente y casi lo calcinó con la mirada. Abrió de nuevo la puerta y la cerró lentamente, como si no hubiese pasado nada en absoluto segundos antes.
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Danielle seguía colérica… ¡Ah! ¿¡Quién se creía para decirle algo así eh!? ¡Malditos los Sabaraín y sus descendientes! ¡Maldito engreído prepotente!
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Pataleó y se despeinó el cabello exótico mientras miraba fijamente hacia la puerta de enfrente… ¡Quería romper esa puerta y estrangular a su habitante con una mano!
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— ¡A ver si tú te quitas esa faceta de perfección fallida! ¡Te hace ver terriblemente amargado y aburrido! — Gritó con furia mientras se dirigía a zancadas hacia su departamento para luego cerrar en un sonoro portazo que hizo eco en todo el pasillo.
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Definitivamente ellos no se llevaban bien, cada vez que se veían acababan peleando por cualquier tontería.
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Claramente se podía ver que iba a ser sumamente difícil que ellos dos pretendieran llevarse bien como si no hubiese pasado nada.
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Decisivamente esa tarde había sido de infierno entre ellos.
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Dos polos totalmente opuestos. ¡Qué desgracia la de ellos!
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