sábado, 7 de abril de 2012

Capítulo 7: Idan y Omar

¡Hola! Espero que les esté gustando la historia :D ¡Disfruten y díganme lo que piensan!
(Con confianza :D)

Aclaraciones: Idan y Omar salen en el prólogo, justamente cuando aparece el protagonista.


La trama de esta historia y sus personajes son totalmente de mi creación. No permito publicar este escrito en cualquier otra página sin mi consentimiento, eso sería considerado plagio. Adaptaciones u otros derivados de esta historia, contactar conmigo.

Todo es sin fines de lucro, historia pública. No pretendo hacerme famosa

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Capítulo 7
 Idan y Omar
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— ¡Oh vamos! ¡Solamente era una broma! — se defendió un Omar bastante molesto por la cara de pocos amigos que el moreno de coleta ahora le dedicaba.

— Yo simplemente pienso que recibió una fuerte impresión. Seguramente la chica es muy tímida, y, al decirle aquello, no pudo aguantar lo caliente de su cabeza y se desmayó — dijo Idan como quien no quiere la cosa.

            Alex simple y sencillamente, quería ahorcar a su amigo castaño por el contratiempo que le estaba ocasionando. ¿Cómo había sido capaz de preguntarle eso tan repentinamente? Ah claro, es que él no conocía a Danielle… ¡Oh! Como se notaba aquello. Se masajeó las sienes y siguió caminando de lado a lado en la sala como fiera enjaulada, no había querido quitarle las llaves a la chica para entrar en su departamento, conociéndola como la conocía, seguramente pensaría que la querían violar, robar o solamente dios sabe qué se cruzaría por esa cabeza tonta; así pues, no le quedó más remedio que cargarla hasta su cama. ¡Joder! Su cama privada que jamás había sido tocada por una fémina, literalmente hablando… Él no era un playboy, ni pensaba serlo, veía eso como una falta de respeto. Tenía madre, una  ex novia a la que había querido mucho, compañeras y una escandalosa vecina desmayada en su cama, a la cual, no la podía poner en ningún rango conocido, así que simplemente la dejaba como la contigua; simplemente no podía verse a sí mismo jugando con el corazón de una mujer, eso era patético. Se compadecía de los hombres que hacían eso para probar su supuesta “valía”, pues lo único que lograban era degradarse ante los demás, aunque no faltaba alguna estúpida para caer en sus redes. Había que ver la cantidad de chicas atraídas por un buen físico, y, esperaba no cruzarse muy de cerca con una de esas jamás.

            En realidad, nunca se imaginó que iba a tener una joven en su cama en plan inocente y, mucho menos, inconsciente. ¿Qué la vida da vueltas? ¡Uh, sí! Que se lo dijeran a él a ver si le caía el de la suerte.  

— Omar — llamó el moreno con voz de ultratumba, a lo que, el castaño respondió inmediatamente poniéndose de pie —, ve como está. Procura no asustarla, ella es más joven que nosotros — dudó un poco mientras meneaba la cabeza —… también es bastante inocente, tímida y escandalosa, así que no la hagas gritar — pidió en tono cansado, sin notar la expresión incrédula del rubio platinado y el castaño claro.

            Se hizo un silencio mortal. Un silencio que duró hasta que la carcajada de Idan hizo reventar los cristales invisibles.

— ¡Ostias tío! — dijo al más puro estilo español sin poder contener sus espasmos —, las tipas mayores de trece, castas e inocentes… ¡Se extinguieron en la era prehispánica! — Siguió riéndose resueltamente, hasta que notó que Omar no lo acompañaba en su excursión y Alex tenía un aura asesina — ¿O es que tiene trece y es la reencarnación de la mujer maravilla? — Preguntó medio asombrado parpadeando repetidas veces, a lo que Omar no pudo evitar pegarse la palma de su mano en la frente.

— Yo en realidad, pensaba que el infantil era yo — Soltó en medio de una suspiro, para, luego dirigirse al cuarto donde descansaba la muchacha a pasos lentos.

— Para ser sincero, yo igualmente — aseguró el joven de hebras oscuras, no prestándole atención al bufido bastante audible del albino —  ¿Es que no puedes dejar de decir palabras de esa índole? — Interrogó, a la par que afianzaba sus manos en el mesón de la cocina —, contaminas mi departamento con tu vocabulario — soltó casi en un gruñido semejante al de un perro, o por lo menos, así lo escuchó Idan.

— ¡Eh! No te me vuelvas perro, caballito — lo apuntó con el dedo y los ojos entrecerrados, ignorando totalmente la expresión de “¿Necesitas un psicólogo?” que su amigo más mañoso le dedicaba.

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            Al momento en el que intentó abrir sus ojos, se sintió terriblemente somnolienta, con un insoportable dolor de cabeza y casi desmemoriada, por lo que, mejor era mantener los ojos cerrados. ¿Qué había ocurrido? ¿Dónde estaba? ¿Por qué olía a hombre? Un momento… ¿A hombre? ¿¡Pero qué…!?

            Abrió los ojos con desesperación y se sentó en el medio de la cama de un tirón, mirando a todos lados como si fuese la primera vez que viese algo parecido… Ahora sí… ¿¡Dónde carajos estaba!?

— Oh, ya has despertado — escuchó una voz que casi hacía eco en la habitación, por lo que, inmediatamente se giró hacia donde su sentidos le indicaban. El mismo chico con ropajes llamativos, cabello imposiblemente castaño y ojos azules profundos, la miraba desde una de las esquinas con su mejor sonrisa. No pudo evitar sonrojarse por la vergüenza, así que intentó taparse la cara con las almohadas ajenas. El chico rió, notablemente divertido por la acción desesperada de la joven; definitivamente, lo que Alex le había dicho, parecía ser evidentemente real.

            Por su parte, Danielle seguía con el rostro escondido entre la esponjosa almohada… ¿Cómo es que ese chico había llegado allí? No, la pregunta era otra: ¿Cómo ella había llegado ahí? Tenía que saberlo, no se acordaba de lo que había pasado, necesitaba que le refrescaran la memoria. Levantó levemente el semblante y notó que el joven había dejado de carcajear, mas sin embargo, mantenía una sonrisa que a ella se le antojo demasiado tierna, así que sin más, se sonrojó de nuevo… No podía ser cierto, ¿cuál era la razón de su sonrojo? Un momento… Primeramente ¿¡Qué hacía ella sonrojándose!? ¡Por los clavos de Cristo!

— ¿Dónde estoy? — cuestionó un poco ida, sin dirigirle la mirada directamente a su receptor.

            Omar se acercó a ella con cautela, sentándose al borde de la cama, justamente frente a la joven de ojos color verde jade, la cual lo miró parpadeando. Le había parecido demasiado inocente… Hm, bonita e cándida no era una buena combinación por esos días.

— No te preocupes, no ha pasado nada — la tranquilizó brindándole otra de esas sonrisas que la hacían sonrojar —. Simplemente, te desmayaste de la impresión en planta baja, así que Alex tuvo que traerte a su departamento y acostarte en su cama — concluyó como si estuviese relatando como estaba el clima en ese momento, sin notar si quiera que el rostro de la chica de hebras exóticas, se estaba poniendo de diferentes colores.

            ¿Estaba acostada en la cama de…Alex? ¿Su cama?

             Hizo todo lo posible por evitar un chillido, logrando su objetivo con éxito, aunque no podía decir lo mismo de su cara, pues la sentía terriblemente caliente. Era muy propensa a sonrojos, la sangre se le subía a la cara en cuestión de segundos… ¡Oh por Dios! Como odiaba aquello.

— ¿La cama de Alex? — preguntó con un entendible tono agonizante, a lo que Omar se levantó de golpe y se arrodilló frente a ella.

— ¡Por mi santa madrecita! Yo te juro que no pasó nada de nada, tú te desvaneciste y él simplemente te trajo aquí como buen caballero, no quiso ni tocar tu llave porque no quería que pensaras mal, así que lo mejor era traerte aquí — soltó el castaño de un solo golpe, casi ahogándose en el intento por decir la última palabra, hecho que causó que la joven dejara salir una risilla inocente y cautivadora, algo que le calmó los nervios al muchacho, aunque, lo había dejado un poco desconcertado. ¿No había estado con un tono agonizante solamente unos segundos atrás? Eso era extraño o simplemente es que ella era como un trastorno bipolar.

— Eres raro — dijo Danielle con total sinceridad, sin poder callarse lo que pensaba. Vaya, que se lo había aguantado todo por mucho tiempo.

— Pero por lo menos, te he hecho reír por unos segundos ¡Eh! — argumentó como ignorando el asunto, colocando en su cara algunas muecas típicas infantiles que hicieron reír a la chica, que más bien en ese momento parecía una niña. Omar notó como su corazón parecía estar latiendo más rápido mientras la veía carcajear, por lo que solamente se dedicó a mirarla con una sonrisa de lo más suave.

            Joder, no tenía ni veintidós años y ya se sentía padre. Qué cosa tan horrible, aunque, en realidad, si iba a tener una hija, quería que se pareciese a esa extraña chica de cabello rosa… Y sería aún mejor si ella misma se tiñera las hebras de ese color. Fantástico.

— Ehm, disculpa por mirarte con desconfianza y por haberme desmayado frente a ti… Es que, este… — vaciló en decir, aunque, soltó algunos balbuceos que al castaño le dieron risa, por lo que, la incitó con la mirada para que terminara la frase. No iba a comérsela — verás, no estoy acostumbrada a que un chico se me acerque tanto — terminó por decir, con voz sumamente tímida y bajando el tono cada vez que decía una nueva palabras, claro que, el fuerte sonrojo persistente no podía faltar.

            Al joven de ojos azules le dieron ganas de abrazarla muy fuerte. Definitivamente no lo creía. Siempre había soñado con una chica de cabello rosa u otro color extraño, con la mirada dulce, inocente y bastante tímida… Ahora que la había encontrado, no podía verla como un objetivo de amor. Mierda. Ella era demasiado para él.

— Vale, eso se ha notado desde que te vi — aseguró mientras estiraba su mano hacia ella —. Yo soy Omar Lamborghini, mitad español, mitad italiano, mitad francés y mitad japonés. Un gusto ¡Eh! — se presentó sin notar la boca abierta de Danielle. Ok, lo aceptaba, nunca había tenido un amigo que… ¿Tuviera tantas nacionalidades juntas? Bueno, a ella no se le pasaba por la cabeza que le estuviese engañando en realidad, él se veía tan convincente que era difícil llevarle la contraria.

            Aunque, ahora que lo veía bien, todas esas nacionalidades coincidían con su apariencia y forma de hablar. Su acento, su idioma, la forma rasgada de sus ojos y su apellido; todas tenían cosas distintas. Lo que más le había llamado la atención, ahora que lo detallaba bien, era la forma de su cara y los rasgos casi femeninos. Parecía una combinación de uno de esos artistas asiáticos, que le gustaban tanto a su hermana, con un galán de cine. Tal vez, si lo maquillaran, lo confundirían sin duda alguna con una modelo o algo así. Claro, sin verle el cuerpo, que sino se pierde el encanto.

— Pues, yo soy Danielle Montenegro, de una sola nacionalidad — Respondió parpadeando varias veces, olvidándose por completo del lugar en el que se encontraba y en la cama de quien estaba sentada.

            Eso por lo menos, hasta que un albino se asomó por la puerta con su pose naturalmente sexy y arrebatadora. La joven de ojos verdes, abrió los ojos notablemente, inspeccionando al individuo que había entrado. El mismo del tatuaje en todo el brazo derecho… No podía ser cierto. Su boca pálida se encontraba curveada en una sonrisa de medio lado, mientras que sus largas pestañas rubias, se encargaban de cubrir por segundos sus impresionantes ojos grisáceos, tan brillantes como la plata; tenía el cabello peinado hacia atrás y la pose de un playboy en acción.

            Por alguna razón, no se sonrojó, solamente se dedicó a mirarlo de arriba abajo como si estuviese admirando una perfecta creación; pero, su pose no le había dado muy buena impresión, le había recordado a Julieta. Por más que le doliese.

— ¿Ya estás haciendo relaciones sociales? — cuestionó el albino, con el afán de que su frase sonara con doble sentido, acto que no pasó desapercibido por el joven de ojos azules, pero, que irremediablemente, para Danielle, aquello pasó por debajo de la mesa. 

            No era porque hubiese visto a Alex acercándose lentamente por el pasillo, con los ojos levemente cerrados, el largo cabello negro suelto y las manos en los bolsillos. No, realmente era porque ella se pasaba de inocente… Bueno, tal vez entendía algunas cosas, pero esas frases no las captaba del todo.

            Un momento… ¿Había dicho que Alex se acercaba por el pasillo?

            Y allí lo recordó. Estaba en el departamento de su némesis de turno, y no en cualquier habitación. No. Estaba en su dormitorio rodeada de hombres. Oh, por los santos.

            El hombre de ojos negros perfilados, ubicado detrás del rubio, la observó con la misma inexpresividad de siempre, como dándole a entender que no la quería en su cama, que si se había despertado, entonces mejor que se levantara. Bueno, esas eran sus remotas traducciones. Observó por un momento el rostro levemente moreno de su vecino, el cual no le daba a entender nada agradable, luego volvió el rostro al chico sentado en la cama, justamente frente a sí, con el cabello castaño alborotado, una sonrisa tierna y alegres ojos azules; luego pasó al albino, con su reiterada pose de galán de cine y sus expresiones sumamente atrayentes recostado en el marco de la puerta.

            No podía ser cierto. ¿¡Qué había hecho ella para estar rodeada de hombres que parecían modelos con diferentes estilos!? No necesitaba que alguien le recordara a qué mundo pertenecía su madre. Cualquier chica tendría ese sueño, pero ella no, y, sin embargo, allí estaba, en la cama del más interesante de todos los hombres presentes… ¡Oh demonios! ¿En qué estaba pensando?

            Afincó sus manos en el suave colchón y se levantó como si le hubiesen halado de la cabeza, puso los pies sobre el suelo con rapidez y se irguió como militar, algo que no había sido muy buena idea, pues en ese momento sintió un mareo horrible que la hizo tambalearse, por lo que, se colocó la mano en la frente por acto reflejo. Si no hubiese sido porque Omar estaba lo bastante cerca y la había abrazado para impedir su caída, seguramente se hubiera dado de bruces con la mesa de noche o el copete de la cama. 

— No deberías levantarte de esa manera. No te preocupes, no vine especialmente para sacarte de mi habitación — reiteró el alto moreno mientras le indicaba al castaño que la sentara en la cama, sugerencia que él aceptó con gusto — ¿Cómo te sientes? — interrogó tragándose todo el orgullo que había acumulado. Tenía que saber cómo se encontraba, sino, no iba a poder dormir en paz.

             La chica de hebras rosadas, al parecer se había quedado en shock. Abrió tanto los ojos y la boca, que incluso causó que los dos ajenos a la conversación, les entrara un poco de pánico, pero es que no podía evitarlo. ¿¡Quién era ese y qué había hecho con Alex!? Esperaba que la sacara de su habitación muy bordemente, como era de costumbre en él, pero… ¿Sería que había adquirido los dones de un caballero? ¿Se estaba aguantando las ganas de ahorcarla y decirle lo estúpida que era por desmayarse y, de paso, recordarle que él era el único sinónimo de perfección? Seguramente, o quizás estaba exagerando un poco. 

— Bien, un poco mareada, pero nada fuera de lo normal — respondió como quién no quiere la cosa, pues por más que lo intentara y pusiera empeño, no podía dejar de ser hostil con aquel hombre… De todos modos, él había empezado desde aquel día, en el cual, le había dicho que no se tomaba en serio a las personas de cabello rosa, así que no se quejara de que ella era tosca o algo así, tampoco creía que llegara importarle aquel hecho.

— Muy bien, ya puedes irte — informó subiendo las cejas, ignorando totalmente las auras de decepción de sus amigos y la expresión contorsionada de la muchacha.

            ¡Pero qué tipo tan borde, maleducado y desconsiderado! ¡Ah! La arrogancia por delante, ¿no?

1.1  Dones de caballero: ¡¡Cero!!

Había juzgado a la escoria demasiado rápido. Era verdad eso de que no todo lo que brillaba era oro. Lástima, hasta estaba considerando dejar de ser tan escandalosa con él, pero ahora con esas palabras, iba a molestarlo con más razón.

— ¡Oye Tipo! Se más amable — reprendió Idan quitando su pose sexy, siendo objetivo del asombro de los demás, sobre todo de el de Omar. Había que ver que la energía de la joven traspasaba fronteras… ¿Idan diciéndole a Alex que fuese más amable? En su vida esperó ver aquello.

            El chico que usualmente llevaba el pelo recogido, lo observó como desafiándolo, no dejándose vencer por aquellas palabras. El castaño casi quiso darse la cabeza contra una mesa… En realidad, odiaba cuando esos dos se colocaban en ese plan de “puedo más que tú”.

— Ay no, no y no — paró este, colocándose entre los dos que no dejaban de mirarse como lobos. Danielle observaba toda la escena contrariada… ¿En qué mundo alterno había caído? Como fuese, mientras ellos se arreglaban, ella seguía sentada al borde de la cama, observando todo el cuarto sumamente ordenado y cuidado… ¿Podía ser que un hombre fuese tan limpio? No había nada fuera de su lugar. Las cortinas estaban recogidas con un listón, dejando entrar algunos rayos de luz a través del vidrio ahumado; las rejillas de afuera se reflejaban como sombras oscuras sobre la cama, haciendo figuras casi imposibles de identificar, mientras que las cerraduras de los gabinetes, el suelo y algunos discretos adornos, casi destellaban de lo aseado.

            Bueno, alguien tan serio, arrogante y metódico tendría que ser exactamente como él. De eso no había ni la menor duda. Alex era demasiado común, por lo menos para ella. Siguió girando su mirada hacia todos los lados de la habitación, con la intención de encontrar otra cosa interesante… Por lo menos hasta que notó el lúgubre silencio. Tragó saliva con fuerza.

            Los tres hombres la miraban con paciencia, cada uno con una expresión distinta. Como era de esperarse, Omar le dedicaba una alegre sonrisa, desprovista de malicia; a su vez que, el albino la observaba con expresión desdeñosa y una de sus cejas levantadas… No quería ni ver la expresión de Alex, pues con solo sentir la tensión en la habitación, se le revolvía absolutamente todo.

            Solamente podía preguntarse: ¿Conocer a Idan y Omar, había sido algo realmente bueno?

            Esperaba que si…
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Avances de: Capítulo 8: 1 más 1… ¿¡Son cinco!?
— ¿¡Cómo!? — preguntó la chica notablemente contrariada —, ¿iremos a buscarlos con… toda esta gente? — concluyó con expresión contrariada, a la par del suspiro cansado soltado por Alex.
            Tener a Sebastián, Omar, Idan y Danielle juntos, era como el principio del apocalipsis. Sin duda alguna. 

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